“EL CAPITAL EN EL SIGLO XXI”
Por: Enrique Soto (*)
Thomas Piketty, economista
europeo, nacido en Francia en 1971, ha escrito y publicado en el 2013 “El
Capital en el siglo XXI”, resultado de una investigación de más de quince años,
según manifiesta el propio autor, a través de la cual navega en la turbulencia
de la historia política y económica mundial, desde hace tres siglos, para
entender y comprender la injusta desigualdad de la distribución de la riqueza
en el mundo.
La obra fue traducida y publicada
en castellano en el año 2014. Es decir, al año siguiente de su publicación en
francés. Su amplia difusión en el mundo ha revolucionado la economía política
con sus nuevos conceptos e interpretaciones, así como sus conclusiones. A pesar
que Piketty advierte: “estoy vacunado de
por vida contra los convencionales y perezosos discursos anticapitalistas” la
polémica desatada a partir de esta obra monumental es explosiva.
LA
DESIGUALDAD EN EL REPARTO DE LA RIQUEZA
El documento de más de 600
páginas, estructurado en cuatro partes y dieciséis capítulos, explica
sesudamente a lo largo del devenir histórico de los últimos tres siglos (XVIII,
XIX y XX) respecto a la política económica en el mundo, sobre cómo se manejó
distribución de la riqueza, donde hubo tanta desigualdad en el reparto. En la
tercera parte: “La estructura de las
desigualdades”, analiza profundamente las perspectivas de la evolución de
la distribución mundial de la riqueza durante las dos primeras décadas del
siglo XXI. Luego, en la última parte del libro plantea como regular el capital
en el S. XXI, previo análisis del doloroso problema de la deuda pública.
Consideramos, que el libro, es
una contribución faraónica a reivindicar las grandes injusticias cometidas
contra los más desposeídos a lo largo de los últimos tres siglos de desarrollo
capitalista en el mundo.
“Desde la década de 1970 la desigualdad creció significativamente en
los países ricos, sobre todo en os EE.UU., donde en la década del 2000-2010 la
concentración de los ingresos recuperó –incluso rebasó ligeramente- el nivel
record de la década de 1910-1920” –sostiene el autor. Para más adelante
afirmar que “el fuerte desarrollo de los
países pobres y emergentes –y sobre todo de China- potencialmente es una poderosa fuerza de reducción de la desigualdad en
todo el mundo”.
EL MERCADO NO
SE REGULA SOLO
“En el fondo no tenemos ninguna razón para creer en el carácter auto
equilibrado del crecimiento. Ya es tiempo de reubicar el tema de la desigualdad
en el centro del análisis económico” sostiene Piketty con preocupación.
Dándonos a entender que no es tan cierto, lo que sostiene los neoliberales
actualmente que el mercado se regula solo, y que dejemos a su libre albedrío la
oferta y la demanda, que realicen su trabajo de manera natural. Algo totalmente
absurdo, si no hay una regulación y/o un direccionamiento por parte del estado,
para controlar y administrar las crisis que se presentan.
Por otro lado, Piketty, levanta
la revolución francesa (1789), señalando que,
“que ésta no creo una sociedad justa e ideal, pero al menos tuvo el mérito de
elaborar un incomparable observatorio de las fortunas”. Luego se mofa de la
economía, tal como la ven los economistas tradicionales, diciendo: “la disciplina económica aún no ha
abandonado su pasión infantil por las matemáticas y las especulaciones
puramente teóricas”. Es decir, entendemos, por su visión fría de ver el
quehacer económico como una actividad tecnocrática, sin ninguna seriedad de
hacer un análisis correcto de interpretación de la realidad, cuyo diagnóstico
no será acertado, por estar sesgado y fuera de contexto, ya que no son vistos y
analizados en su total dimensión, teniendo en cuenta los aportes de otras
disciplinas, como, la historia, la sociología, la antropología, la política,
entre otras.
En otro momento, el autor de “El
Capital en el siglo XXI”, pone de manifiesto su vulnerabilidad como ser humano,
señalando: “soy muy consiente de mi total
incapacidad para predecir la forma que adquirirá el capital en 2063 [dentro de
50 años] o en 2113 [dentro de 100 años]. La historia de los ingresos y de la
riqueza siempre es profundamente política, caótica e imprevisible”. Luego,
asiente que es importante “tratar de
sacar de la experiencia de los siglos pasados algunas modestas claves para el
porvenir”. Dándonos a entender que hay que aprender las lecciones que nos
da la historia, madre sabia que nos guía a través de la evolución de todos los
tiempos. Comprender la historia, es interpretar el pasado, analizar el presente
y proyectar, lo más acertado posible, el futuro. Nos podemos equivocar, pero
para ello está la inteligencia humana para corregir, y hacerlo a tiempo. Luego,
Piketty, pone los puntos sobre las íes para que no haya ninguna mala
interpretación y/o ningún mal entendido sobre su trabajo intelectual realizado,
señalando: “que quede claro –dice-: mi propósito aquí [se refiere al trabajo
presentado]no es abrir un proceso de los
trabajadores en contra de los propietarios, sino mas bien ayudar a cada uno a
tener una mejor perspectiva”.
SACAR
LECCIONES DEL PASADO
En la parte introductoria de su
obra, Piketty, sostiene que a través de este libro que escribe intenta dar
respuesta a dos preguntas fundamentales que él mismo se formula:
1. 1. ¿Acaso la dinámica de la acumulación del
capital privado conduce inevitablemente a una concentración cada vez mayor de
la riqueza y del poder en unas cuantas manos, como lo creyó Marx en el siglo
XIX?
2. 2. ¿Qué se sabe en realidad en la evolución de
la distribución de los ingresos y de la riqueza desde el siglo XVIII, y qué
lecciones podemos extraer para el siglo XXI?
Preguntas que las responde
puntualmente, a lo largo de todo el libro, con sólidos argumentos, abundando en
cifras y datos estadísticos de diferentes fuentes reunidas en sus
investigaciones de muchos años; principalmente de Francia y del Reino Unido, así como de Alemania y
EE.UU. A pesar de no estar de acuerdo con la postura marxista, considera que Carlos Marx hizo una brillante
contribución para poder entender, en parte, el devenir y desarrollo
capitalista, pero le faltó ahondar en fuentes de investigación, ya que el
apocalipsis que profetizó no llegó a cumplirse, señalando que él (Marx) estaba
más sumergido –junto con Friedrich Engels- en el quehacer político e
ideológico, que les permite publicar “El
manifiesto comunista”, con su frase clásica, conocida universalmente “una gran fantasma recorre Europa”. Sin
embargo, reconoce que “el capitalismo
produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan
de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras
sociedades democráticas“.
Tratando de explicarnos las
desigualdades en la distribución de la riqueza en el mundo, a lo largo de tres
siglos, el autor, sostiene que “desde la
década de 1800-1810 a la de 1850-1860 los salarios de los obreros se estancaron
en niveles muy bajos. El último tercio del siglo XIX es cuando ocurrió un
incremento significativo del poder adquisitivo de los salarios”. Esto quiere decir desde nuestro punto
de vista que recién en el año 1870 aproximadamente, la clase trabajadora ve
crecer sus ingresos, incrementándose la canasta familiar de subsistencia. Este
hecho, grafica las injusticias cometidas por el sistema en contra del reparto
más justo y equitativo de las riquezas,
expresada en la producción total. Esto sucedía según las investigaciones
realizadas por Piketty, en diferentes partes del mundo. Es decir, era algo
globalizado.
A pesar que Carlos Marx, sostuvo
que dentro del sistema capitalista “no es
posible ningún equilibrio socioeconómico o político estable”, Piketty señala
que según la teoría de Kuznets, la desigualdad de ingresos se ve destinada a
disminuir en las fases avanzadas del desarrollo capitalista, sin importar las
políticas seguidas o las características del país, y luego tiende a
estabilizarse en un nivel aceptable. Sin embargo, Piketty la cuestiona y
contradice por carecer de fundamento sólido, ya que es una teoría que tiene
como base la experiencia de un solo país (EE.UU.), y comprende un periodo muy
reducido de análisis: 35 años (1913-1948), motivo suficiente para no ser una
teoría globalizada, que pueda darse en cualquier parte del mundo. Es decir, no
tiene sustento científico, sólo se ve como una forma de querer justificar el
supuesto libre albedrío del mercado dentro del desarrollo capitalista, que supuestamente se regula solo, sin
intervención del estado.
Por otra parte, el autor,
sostiene que “la distribución de la
riqueza es una de las cuestiones más controversiales y debatidas en la actualidad” entendiéndose, desde nuestro punto de
vista que es de suma importancia darle la atención debida, para evitar
estallidos sociales y/o crisis financieras serias que atenten contra el normal
desarrollo y crecimiento económico de las naciones, ya que el mundo se ha convertido
en una aldea globalizada.
En otro momento, en su profundo
análisis científico, plantea el sueño, la utopía de cualquier investigador
social, preocupado por el futuro de la humanidad, preguntándose: “¿cómo debería organizarse la distribución
capital-trabajo en una sociedad ideal y cómo realizarla?”. Pregunta, que
merece, una meditación profunda, que logre ponerse por encima de las grandes
contradicciones que genera el sistema, alcanzando una respuesta acertada que
satisfaga a todos los seres que habitamos este planeta.
¡SOMOS 7050
MILLONES DE HABITANTES!
Hay que tener en consideración
que esta investigación, de gran valía, alcanzada por el científico social
francés Thomas Piketty, nos revela también, la evolución de la población a lo
largo de 300 años, dato de mucha importancia, para proyectar nuestro
crecimiento, previo estudio y análisis de la tendencia.
La población mundial en 2012, año
en que se escribe este informe, llegaba a 7050 millones de habitantes,
separando una distancia abismal comparada con la población que existía en 1700,
que apenas llegaba a 600 millones de habitantes. Si este ritmo se mantuviera en
los próximos tres siglos, la población mundial rebasaría los 70 mil millones de
habitantes hacia el 2300. ¡Una locura! Sin embargo, parece que la tendencia no
es esa, sino mas bien a punta a la disminución de la población. Los jóvenes de
hoy no están interesados en procrear. Esto se ve con mayor énfasis en los
países desarrollados.
Teniendo en consideración, que
somos alrededor de 7050 millones de habitantes en el mundo, y teniendo un
Producto Interno Bruto de aproximadamente 70 billones de euros por año –dice
Piketty- el PIB por habitante equivaldría a 10,000 euros, teniendo un ingreso
mensual promedio de 760 euros cada habitante. Es decir, si la distribución
fuera igualitaria, cada habitante del planeta dispondría de un ingreso del
orden de 760 euros por mes. La economía mundial tiene un crecimiento estimado
superior a 3% por año, mientras que el crecimiento de la población es cercano
al 1% por año.
¿QUÉ ES EL
CAPITALISMO PATRIMONIAL?
¿Qué es el Capitalismo
Patrimonial?, Piketty, con mucha sencillez y gran estilo académico, nos explica
que “el Capitalismo Patrimonial se pone
de manifiesto cuando los puestos más altos de la economía no están bajo el
control de individuos talentosos, sino de dinastías familiares”. Esto está
muy en boga en los últimos años en los países desarrollados, y ha empezado a
manifestarse, también, con mucha fuerza, en los países emergentes. Situación de
mucho cuidado, ya que apunta a distorsionar el desarrollo de las naciones,
favoreciendo el enriquecimiento familiar y de casta, profundizando las
desigualdades, atentando contra el deseo de querer avanzar hacia una justa
redistribución de la riqueza a nivel mundial.
En otro momento, el autor
francés, nos narra que la gran depresión, desencadenada en octubre de 1929 por
el colapso bursátil del Wall Street, golpeó a los países ricos con una
brutalidad inigualada hasta ese momento: a partir de 1932, el desempleo afectó
a la cuarta parte de la población activa tanto en EE.UU. como en Alemania, el
Reino Unido y Francia. Esta crisis severa solo fue superada con la Segunda Guerra
Mundial, y en nada se le parece, en cuanto a la magnitud del flagelo, a la
crisis financiera ocurrida en el 2008, que es considerada como una gran
recesión.
Sobre la crisis financiera del
2008 que sacudió el mundo, Piketty se pregunta puntualmente: ¿provocó el aumento de la desigualdad la
crisis financiera? Luego se responde: “desde
mi punto de vista –dice- no hay duda
de que el alza de la desigualdad contribuyó a debilitar el sistema financiero
estadounidense. Por una simple razón: el alza de la desigualdad tuvo como
consecuencia un casi estancamiento del poder adquisitivo de las clases
populares y medias en los EE.UU:, lo que solo incrementó la tendencia a un
creciente endeudamiento de los hogares modestos; tanto más porque el mismo
tiempo les eran propuestos créditos cada vez más fáciles y desregulados por los
bancos e intermediarios financieros pocos escrupulosos y deseosos de encontrar
buenos rendimientos para el enorme ahorro financiero inyectado al sistema por
las clases más elevadas”. Como podemos darnos cuenta, las desigualdades
promovidas por el propio sistema, generan crisis de gran envergadura, que
desestabilizan el desarrollo capitalista. Son las contradicciones que el propio
sistema promueve en su interior, tal como en su momento, explicó Carlos Marx.
Claro que, en la actualidad, el sistema capitalista se ha perfeccionado, ha
sobrevivido a un sin número de tormentas, sin haber naufragado. Es que, como
sostiene Piketty: “el crecimiento
moderno, basado en el incremento de la productividad y la difusión de los
conocimientos, permitió evitar el apocalipsis marxista y equilibrar el proceso
de acumulación del capital. Sin embargo, no modificó las estructuras profundas
del capital, o al menos no redujo verdaderamente su importancia macroeconómica con
respecto al trabajo”. Este reacomodo, ha permitido que el capitalismo siga
sobreviviendo, pero no ha habido modificación sustancial en su esencia, que es
la acumulación.
¡AUMENTA LA
DESIGUALDAD ENTRE POBRES Y RICOS!
Más adelante, sostiene, que la desigualdad
aumentó notablemente desde 1970-1980, pero con fuertes variaciones entre países,
lo que una vez más sugiere el papel central de las diferencias institucionales
y políticas. Luego señala, que en “30
años de crecimiento norteamericano (1977-2007), se observa que el 10% de los
más ricos se adueñan de las ¾ partes de ese crecimiento; el 1% de los más ricos
por sí solo absorbió casi el 60% del crecimiento total del ingreso nacional
estadounidense en ese periodo; para el 90% restante, la tasa de crecimiento de
su ingreso promedio se redujo así a menos de 0.5% por año. Estas cifras son
indiscutibles y sorprendentes” –señala Piketty.
Como vemos, la situación
totalmente desigual de la distribución de la riqueza es escandalosa. Con estas
cifras alarmantes, Piketty, ha puesto al descubierto las entrañas mismas del
sistema capitalista, su carácter explotador e inhumano, tal y como se viene
desarrollando hasta nuestros días, por lo que hay necesidad –como dice el autor
francés- de reformarlo, haciendo lo que no se hizo en su momento: “modificando las estructuras profundas del
capital”, que promueve la desigualdad y la injusticia, creando súper
millonarios, y una casta poderosa que puede terminar siendo dueños absolutos
del mundo. Esto es algo inconcebible y muy peligroso.
“Las desigualdades salariales –sostiene Piketty- aumentó mucho en los
EE.UU. y en Reino Unido, simplemente porque estas sociedades se volvieron más
tolerantes ante unas remuneraciones extremas a partir de 1970-1980”. Por
otro lado, señala que “la concentración
de la propiedad del capital aparentemente ha aumentado en este inicio del siglo
XXI, en un contexto de bajo crecimiento y de una subida en la tendencia de la
relación capital/ingreso”. Asimismo, sostiene que, en todas las sociedades
conocidas, y en todas las épocas, la mitad de la población más pobre en
patrimonio no posee casi nada (en general, apenas 5% de la riqueza total).
Estas afirmaciones son espeluznantes, porque consideramos que en esas
condiciones estas poblaciones viven sin un porvenir. Son poblaciones sin
futuro, situación que maltrata y corroe la dignidad humana, degradándola a un
estadio inferior, que sólo puede ser superada, según visión del autor: “habiendo una transformación estructural de
la distribución de la riqueza a largo plazo”.
Asimismo, el autor de “El Capital
en el siglo XXI” se pregunta: “¿podrían
llevar las fuerzas de la globalización financiera en el siglo que se inicia, a
una concentración del capital, aún más grande que todas las observadas en el
pasado?". Pregunta de peso, de mucha preocupación, después de haber
estudiado, analizado y visto 300 años de desigualdades galopantes en el
desarrollo capitalista, es delicado dar una respuesta contundente, absoluta.
Sin embargo, se puede prever la incertidumbre. Luego, escribiendo, sobre
fortunas individuales, Piketty, se pregunta: ¿va incrementarse de manera ilimitada en el siglo XXI el porcentaje del
capital mundial propiedad de los ultra ricos que aparecen en las clasificaciones de las revistas? Una pregunta
que resume, la gran preocupación que tiene el investigador francés, por la
concentración de la riqueza y/o el patrimonio mundial en unas cuantas manos.
Finalmente, vuelve a preguntarse, en torno a la acumulación desmedida de la
riqueza en el mundo: ¿los países
actualmente ricos acabarán siendo una propiedad de los países petroleros, o
bien de China, o más bien de sus propios multimillonarios?
SEGUIREMOS
MANTENIENDO EL CRECIMIENTO MUNDIAL
Por otra parte, el investigador
francés, a partir del crecimiento económico mundial registrado en las dos
últimas décadas (1990-2012) del orden del 3.5% anual promedio, considera que
este ritmo podría prolongarse del 2012 al 2030. Luego, explica que “la dinámica de la distribución mundial del
capital es un proceso tanto económico, como político y militar. Sucedía lo
mismo –dice- en la época colonial,
cuando las potencias de la época –Reino Unido y Francia a la cabeza- estaban dispuestas a desplegar sus armas para
proteger sus inversiones. Es evidente que sucederá lo mismo en el siglo XXI, en
configuraciones geopolíticas diferentes y difíciles de prever”.
En otro momento, Piketty, se
pregunta: “¿por qué elegiría Arabia Saudí
invertir sus reservas en bonos del
tesoro estadounidense, cuando le es posible obtener rendimientos aún mejores en
otra parte? Inmediatamente el mismo se responde: “aparte de la garantía de la estabilidad de los títulos del gobierno
norteamericano, no se puede ignorar la dimensión política y militar de
semejante inversión. Si los EE.UU., apoyados por los demás países occidentales,
no hubiera sacado al ejército iraquí de Kuwait en 1991, es posible que después
Irak hubiera amenazado los yacimientos saudíes, sin poder excluirse que otros
países de la región, como Irán, habrían entrado en ese juego militar regional
de redistribución de la renta petrolera”.
En esta monumental obra, Piketty,
analiza en las tres primeras partes del libro, la evolución en el mundo, de la
distribución de la riqueza y de la estructura de las desigualdades desde el
siglo XVIII. En la última parte, “intenta”,
sacar conclusiones para el porvenir: “regular
el capital en el siglo XXI”, planteándose las siguientes interrogantes:
1. ¿Podemos
imaginar para el siglo XXI algo que trascienda al capitalismo y que sea al
mismo tiempo más pacífico y duradero, o bien debemos simplemente esperar las
próximas crisis o las próximas guerras, esta vez verdaderamente mundiales?
2. ¿Qué
instituciones y políticas públicas podrían permitir regular, de manera tanto
justa como eficaz, el capitalismo patrimonial globalizado del siglo que
comienza?
Preguntas centrales, neurálgicas,
de mucha trascendencia, cuyas respuestas acertadas serían el futuro promisorio
de la humanidad. Por ello, indagar sobre sus respuestas es de suma importancia,
ya que está de por medio, la estabilidad socioeconómica mundial. Superar
crisis, superar guerras y desequilibrios económicos, es un deseo, demás está
decirlo, de todos los seres humanos. Vivir en paz es un deseo absoluto del
hombre, que ama su existencia. Asimismo, “regular
el capitalismo patrimonial” debe convertirse en una necesidad imperiosa de
los gobernantes de los diferentes países que constituyen este mundo.
IMPUESTO
MUNDIAL Y PROGRESIVO AL CAPITAL
Finalmente, Piketty, se arriesga,
y suelta la propuesta: “la institución
ideal -dice– que permitiría evitar una espiral desigualitaria
sin fin y retomar el control de la dinámica en curso sería un impuesto mundial
y progresivo sobre el capital (…) la redistribución moderna no consiste en
transferir la riqueza de los ricos a los pobres, o por lo menos no de manera
tan explícita; reside en financiar servicios públicos e ingresos de reposición
más o menos iguales para todos, sobre todo en el ámbito de la educación, la
salud y las jubilaciones”. Eso, en otras palabras, significa, promover el
estado social. Luego, pule la propuesta, señalando que: “el impuesto no es un asunto técnico, sino eminentemente político y
filosófico, sin duda el primero de todos”. Asimismo, reclama, para que esto
funcione “transparencia financiera
internacional”. Dándole forma, como un artista, a su propuesta, Piketty,
sostiene: “el aspecto importante que se
debe tener presente, es que el impuesto sobre el capital aquí tratado, es un
impuesto progresivo y anual sobre el patrimonio global: se trata de grabar más
las riquezas más grandes y de tener en cuenta el conjunto de activos, sean
estos inmobiliarios, financieros o empresariales, sin excepción”.
Abundando en argumentos de peso,
Piketty, sostiene “el impuesto sobre el
capital permite dar una respuesta a la vez más pacífica y eficaz al eterno
problema del capital privado y su rendimiento. El impuesto progresivo sobre el
patrimonio individual es una institución que permite al interés general retomar
el control del capitalismo, apoyándose en las fuerzas de la propiedad privada y
la competencia”.
SIN
TRANSPARENCIA NO HAY DEMOCRACIA
Luego, en otro momento, sostiene
que “sin verdadera transparencia contable
y financiera, sin información compartida, no puede haber democracia económica.
Y, al contrario, sin derechos reales de intervención en las decisiones (como
derecho de voto para los asalariados en los consejos de administración), la
transparencia no sirve de mucho. Para que la democracia llegue un día a
retomar el control del capitalismo, se
debe partir del principio de que las formas concretas de la democracia y del
capital siempre tienen que estarse reinventando”. Así termina Thomás
Piketty “El Capital en el siglo XXI” su monumental obra que ha remecido los
cimientos del sistema capitalista en todo el planeta. Informe científico de
mucha valía, que solamente puede ser comparada con “El Capital” de Carlos Marx.
Este aporte, singular, debe ser tenido en cuenta, por los gobernantes del
mundo, para hacer de este planeta un hogar de convivencia pacífica evitando la
violencia, las guerras y su extinción. Como vemos, estamos notificados.
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario