martes, 15 de septiembre de 2015

LA AVENTURA DE THOMAS PIKETTY

“EL CAPITAL EN EL SIGLO XXI”

Por: Enrique Soto Roca

Thomas Piketty, economista europeo, nacido en Francia en 1971, ha escrito y publicado en el 2013 “El Capital en el siglo XXI”, resultado de una investigación de más de quince años, según manifiesta el propio autor, a través de la cual navega en la turbulencia de la historia política y económica mundial, desde hace tres siglos, para entender y comprender la injusta desigualdad de la distribución de la riqueza en el mundo.

La obra fue traducida y publicada en castellano en el año 2014. Es decir, al año siguiente de su publicación en francés. Su amplia difusión en el mundo ha revolucionado la economía política con sus nuevos conceptos e interpretaciones, así como sus conclusiones. A pesar que Piketty advierte: “estoy vacunado de por vida contra los convencionales y perezosos discursos anticapitalistas” la polémica desatada a partir de esta obra monumental es explosiva.

La desigualdad en el reparto de la riqueza

El documento de más de 600 páginas, estructurado en cuatro partes y dieciséis capítulos, explica sesudamente a lo largo del devenir histórico de los últimos tres siglos (XVIII, XIX y XX) respecto a la política económica en el mundo, sobre cómo se manejó distribución de la riqueza, donde hubo tanta desigualdad en el reparto. En la tercera parte: “La estructura de las desigualdades”, analiza profundamente las perspectivas de la evolución de la distribución mundial de la riqueza durante las dos primeras décadas del siglo XXI. Luego, en la última parte del libro plantea como regular el capital en el S. XXI, previo análisis del doloroso problema de la deuda pública.

Consideramos, que el libro, es una contribución faraónica a reivindicar las grandes injusticias cometidas contra los más desposeídos a lo largo de los últimos tres siglos de desarrollo capitalista en el mundo.

“Desde la década de 1970 la desigualdad creció significativamente en los países ricos, sobre todo en os EE.UU., donde en la década del 2000-2010 la concentración de los ingresos recuperó –incluso rebasó ligeramente- el nivel record de la década de 1910-1920” –sostiene el autor. Para más adelante afirmar que “el fuerte desarrollo de los países pobres y emergentes –y sobre todo de China- potencialmente es una poderosa fuerza de reducción de la desigualdad en todo el mundo”.


El mercado no se regula solo

“En el fondo no tenemos ninguna razón para creer en el carácter auto equilibrado del crecimiento. Ya es tiempo de reubicar el tema de la desigualdad en el centro del análisis económico” sostiene Piketty con preocupación. Dándonos a entender que no es tan cierto, lo que sostiene los neoliberales actualmente que el mercado se regula solo, y que dejemos a su libre albedrío la oferta y la demanda, que realicen su trabajo de manera natural. Algo totalmente absurdo, si no hay una regulación y/o un direccionamiento por parte del estado, para controlar y administrar las crisis que se presentan.

Por otro lado, Piketty, levanta la revolución francesa (1789), señalando que, “que ésta no creo una sociedad justa e ideal, pero al menos tuvo el mérito de elaborar un incomparable observatorio de las fortunas”. Luego se mofa de la economía, tal como la ven los economistas tradicionales, diciendo: “la disciplina económica aún no ha abandonado su pasión infantil por las matemáticas y las especulaciones puramente teóricas”. Es decir, entendemos, por su visión fría de ver el quehacer económico como una actividad tecnocrática, sin ninguna seriedad de hacer un análisis correcto de interpretación de la realidad, cuyo diagnóstico no será acertado, por estar sesgado y fuera de contexto, ya que no son vistos y analizados en su total dimensión, teniendo en cuenta los aportes de otras disciplinas, como, la historia, la sociología, la antropología, la política, entre otras.

En otro momento, el autor de “El Capital en el siglo XXI”, pone de manifiesto su vulnerabilidad como ser humano, señalando: “soy muy consiente de mi total incapacidad para predecir la forma que adquirirá el capital en 2063 [dentro de 50 años] o en 2113 [dentro de 100 años]. La historia de los ingresos y de la riqueza siempre es profundamente política, caótica e imprevisible”. Luego, asiente que es importante “tratar de sacar de la experiencia de los siglos pasados algunas modestas claves para el porvenir”. Dándonos a entender que hay que aprender las lecciones que nos da la historia, madre sabia que nos guía a través de la evolución de todos los tiempos. Comprender la historia, es interpretar el pasado, analizar el presente y proyectar, lo más acertado posible, el futuro. Nos podemos equivocar, pero para ello está la inteligencia humana para corregir, y hacerlo a tiempo. Luego, Piketty, pone los puntos sobre las íes para que no haya ninguna mala interpretación y/o ningún mal entendido sobre su trabajo intelectual realizado, señalando: “que quede claro –dice-: mi propósito aquí [se refiere al trabajo presentado]no es abrir un proceso de los trabajadores en contra de los propietarios, sino mas bien ayudar a cada uno a tener una mejor perspectiva”.

Sacar lecciones del pasado

En la parte introductoria de su obra, Piketty, sostiene que a través de este libro que escribe intenta dar respuesta a dos preguntas fundamentales que él mismo se formula:
1.       ¿Acaso la dinámica de la acumulación del capital privado conduce inevitablemente a una concentración cada vez mayor de la riqueza y del poder en una cuantas manos, como lo creyó Marx en el siglo XIX?
2.       ¿Qué se sabe en realidad en la evolución de la distribución de los ingresos y de la riqueza desde el siglo XVIII, y qué lecciones podemos extraer para el siglo XXI?
Preguntas que las responde puntualmente, a lo largo de todo el libro, con sólidos argumentos, abundando en cifras y datos estadísticos de diferentes fuentes reunidas en sus investigaciones de muchos años;  principalmente de Francia y del Reino Unido, así como de Alemania y EE.UU. A pesar de no estar de acuerdo con la postura marxista,  considera que Carlos Marx hizo una brillante contribución para poder entender, en parte, el devenir y desarrollo capitalista, pero le faltó ahondar en fuentes de investigación, ya que el apocalipsis que profetizó no llegó a cumplirse, señalando que él (Marx) estaba más sumergido –junto con Friedrich Engels- en el quehacer político e ideológico, que les permite publicar “El manifiesto comunista” , con su frase clásica, conocida universalmente “una gran fantasma recorre Europa”. Sin embargo, reconoce que “el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas“.

Tratando de explicarnos las desigualdades en la distribución de la riqueza en el mundo, a lo largo de tres siglos, el autor, sostiene que “desde la década de 1800-1810 a la de 1850-1860 los salarios de los obreros se estancaron en niveles muy bajos. El último tercio del siglo XIX es cuando ocurrió un incremento significativo del poder  adquisitivo de los salarios”. Esto quiere decir desde nuestro punto de vista que recién en el año 1870 aproximadamente, la clase trabajadora ve crecer sus ingresos, incrementándose la canasta familiar de subsistencia. Este hecho, grafica las injusticias cometidas por el sistema en contra del reparto más justo y equitativo de l  riquezas, expresada en la producción total. Esto sucedía según las investigaciones realizadas por Piketty, en diferentes partes del mundo. Es decir, era algo globalizado.

A pesar que Carlos Marx, sostuvo que dentro del sistema capitalista “no es posible ningún equilibrio socioeconómico o político estable”,Piketty señala que según la teoría de Kuznets, la desigualdad de ingresos se ve destinada a disminuir en las fases avanzadas del desarrollo capitalista, sin importar las políticas seguidas o las características del país, y luego tiende a estabilizarse en un nivel aceptable. Sin embargo, Piketty la cuestiona y contradice por carecer de fundamento sólido, ya que es una teoría que tiene como base la experiencia de un solo país (EE.UU.), y comprende un periodo muy reducido de análisis: 35 años (1913-1948), motivo suficiente para no ser una teoría globalizada, que pueda darse en cualquier parte del mundo. Es decir, no tiene sustento científico, sólo se ve como una forma de querer justificar el supuesto libre albedrío del mercado  dentro del desarrollo capitalista, que supuestamente se regula solo, sin intervención del estado.

Por otra parte, el autor, sostiene que “la distribución de la riqueza es una de las cuestiones más controversiales y debatidas en la actualidad” entendiéndose, desde nuestro punto de vista que es de suma importancia darle la atención debida, para evitar estallidos sociales y/o crisis financieras serias que atenten contra el normal desarrollo y crecimiento económico de las naciones, ya que el mundo se ha convertido en una aldea globalizada.

En otro momento, en su profundo análisis científico, plantea el sueño, la utopía de cualquier investigador social, preocupado por el futuro de la humanidad, preguntándose: “¿cómo debería organizarse la distribución capital-trabajo en una sociedad ideal y cómo realizarla?”. Pregunta, que merece, una meditación profunda, que logre ponerse por encima de las grandes contradicciones que genera el sistema, alcanzando una respuesta acertada que satisfaga a todos los seres que habitamos este planeta.

¡Somos 7050 millones de habitantes!

Hay que tener en consideración que esta investigación, de gran valía, alcanzada por el científico social francés Thomas Piketty, nos revela también, la evolución de la población a lo largo de 300 años, dato de mucha importancia, para proyectar nuestro crecimiento, previo estudio y análisis de la tendencia.

La población mundial en 2012, año en que se escribe este informe, llegaba a 7050 millones de habitantes, separando una distancia abismal comparada con la población que existía en 1700, que apenas llegaba a 600 millones de habitantes. Si este ritmo se mantuviera en los próximos tres siglos, la población mundial rebasaría los 70 mil millones de habitantes hacia el 2300. ¡Una locura! Sin embargo, parece que la tendencia no es esa, sino mas bien a punta a la disminución de la población. Los jóvenes de hoy no están interesados en procrear. Esto se ve con mayor énfasis en los países desarrollados.

Teniendo en consideración, que somos alrededor de 7050 millones de habitantes en el mundo, y teniendo un Producto Interno Bruto de aproximadamente 70 billones de euros por año –dice Piketty- el PIB por habitante equivaldría a 10,000 euros, teniendo un ingreso mensual promedio de 760 euros cada habitante. Es decir, si la distribución fuera igualitaria, cada habitante del planeta dispondría de un ingreso del orden de 760 euros por mes. La economía mundial tiene un crecimiento estimado superior a 3% por año, mientras que el crecimiento de la población es cercano al 1% por año.

¿Qué es el Capitalismo Patrimonial?

¿Qué es el Capitalismo Patrimonial?, Piketty, con mucha sencillez y gran estilo académico, nos explica que “el Capitalismo Patrimonial se pone de manifiesto cuando los puestos más altos de la economía no están bajo el control de individuos talentosos, sino de dinastías familiares”. Esto está muy en boga en los últimos años en los países desarrollados, y ha empezado a manifestarse, también, con mucha fuerza, en los países emergentes. Situación de mucho cuidado, ya que apunta a distorsionar el desarrollo de las naciones, favoreciendo el enriquecimiento familiar y de casta, profundizando las desigualdades, atentando contra el deseo de querer avanzar hacia una justa redistribución de la riqueza a nivel mundial.

En otro momento, el autor francés, nos narra que la gran depresión, desencadenada en octubre de 1929 por el colapso bursátil del Wall Street, golpeó a los países ricos con una brutalidad inigualada hasta ese momento: a partir de 1932, el desempleo afectó a la cuarta parte de la población activa tanto en EE.UU. como en Alemania, el Reino Unido y Francia. Esta crisis severa solo fue superada con la Segunda Guerra Mundial, y en nada se le parece, en cuanto a la magnitud del flagelo, a la crisis financiera ocurrida en el 2008, que es considerada como una gran recesión.

Sobre la crisis financiera del 2008 que sacudió el mundo, Piketty se pregunta puntualmente: ¿provocó el aumento de la desigualdad la crisis financiera? Luego se responde: “desde mi punto de vista –dice- no hay duda de que el alza de la desigualdad contribuyó a debilitar el sistema financiero estadounidense. Por una simple razón: el alza de la desigualdad tuvo como consecuencia un casi estancamiento del poder adquisitivo de las clases populares y medias en los EE.UU:, lo que solo incrementó la tendencia a un creciente endeudamiento de los hogares modestos; tanto más porque el mismo tiempo les eran propuestos créditos cada vez más fáciles y desregulados por los bancos e intermediarios financieros pocos escrupulosos y deseosos de encontrar buenos rendimientos para el enorme ahorro financiero inyectado al sistema por las clases más elevadas”. Como podemos darnos cuenta, las desigualdades promovidas por el propio sistema, generan crisis de gran envergadura, que desestabilizan el desarrollo capitalista. Son las contradicciones que el propio sistema promueve en su interior, tal como en su momento, explicó Carlos Marx. Claro, que en la actualidad, el sistema capitalista se ha perfeccionado, ha sobrevivido a un sin número de tormentas, sin haber naufragado. Es que, como sostiene Piketty: “el crecimiento moderno, basado en el incremento de la productividad y la difusión de los conocimientos, permitió evitar el apocalipsis marxista y equilibrar el proceso de acumulación del capital. Sin embargo, no modificó las estructuras profundas del capital, o al menos no redujo verdaderamente su importancia macroeconómica con respecto al trabajo”. Este reacomodo, ha permitido que el capitalismo siga sobreviviendo, pero no ha habido modificación sustancial en su esencia, que es la acumulación.

¡Aumenta la desigualdad entre pobres y ricos!

Más adelante, sostiene, que la desigualdad aumentó notablemente desde 1970-1980, pero con fuertes variaciones entre países, lo que una vez más sugiere el papel central de las diferencias institucionales y políticas. Luego señala, que en “30 años de crecimiento norteamericano (1977-2007), se observa que el 10% de los más ricos se adueñan de las ¾ partes de ese crecimiento; el 1% de los más ricos por sí solo absorbió casi el 60% del crecimiento total del ingreso nacional estadounidense en ese periodo; para el 90% restante, la tasa de crecimiento de su ingreso promedio se redujo así a menos de 0.5% por año. Estas cifras son indiscutibles y sorprendentes” –señala Piketty.

Como vemos, la situación totalmente desigual de la distribución de la riqueza es escandalosa. Con estas cifras alarmantes, Piketty, ha puesto al descubierto las entrañas mismas del sistema capitalista, su carácter explotador e inhumano, tal y como se viene desarrollando hasta nuestros días, por lo que hay necesidad –como dice el autor francés- de reformarlo, haciendo lo que no se hizo en su momento: “modificando las estructuras profundas del capital”, que promueve la desigualdad y la injusticia, creando súper millonarios, y una casta poderosa que puede terminar siendo dueños absolutos del mundo. Esto es algo inconcebible y muy peligroso.

“Las desigualdades salariales –sostiene Piketty- aumentó mucho en los EE.UU. y en Reino Unido, simplemente porque estas sociedades se volvieron más tolerantes ante unas remuneraciones extremas a partir de 1970-1980”. Por otro lado, señala que “la concentración de la propiedad del capital aparentemente ha aumentado en este inicio del siglo XXI, en un contexto de bajo crecimiento y de una subida en la tendencia de la relación capital/ingreso”. Asimismo, sostiene, que en todas las sociedades conocidas, y en todas las épocas, la mitad de la población más pobre en patrimonio no posee casi nada (en general, apenas 5% de la riqueza total). Estas afirmaciones son espeluznantes, porque consideramos que en esas condiciones estas poblaciones viven sin un porvenir. Son poblaciones sin futuro, situación que maltrata y corroe la dignidad humana, degradándola a un estadio inferior, que sólo puede ser superada, según visión del autor: “habiendo una transformación estructural de la distribución de la riqueza a largo plazo”.

Asimismo, el autor de “El Capital en el siglo XXI” se pregunta: “¿podrían llevar las fuerzas de la globalización financiera en el siglo que se inicia, a una concentración del capital, aún más grande que todas las observadas en el pasado? “. Pregunta de peso, de mucha preocupación, después de haber estudiado, analizado y visto 300 años de desigualdades galopantes en el desarrollo capitalista, es delicado dar una respuesta contundente, absoluta. Sin embargo, se puede prever la incertidumbre. Luego, escribiendo, sobre fortunas individuales, Piketty, se pregunta: ¿va incrementarse de manera ilimitada en el siglo XXI el porcentaje del capital mundial propiedad de los ultra ricos que aparecen en las clasificaciones de las revistas? Una pregunta que resume, la gran preocupación que tiene el investigador francés, por la concentración de la riqueza y/o el patrimonio mundial en unas cuantas manos. Finalmente, vuelve a preguntarse, en torno a la acumulación desmedida de la riqueza en el mundo: ¿los países actualmente ricos acabarán siendo una propiedad de los países petroleros, o bien de China, o más bien de sus propios multimillonarios?

Seguiremos manteniendo el crecimiento mundial

Por otra parte, el investigador francés, a partir del crecimiento económico mundial registrado en las dos últimas décadas (1990-2012) del orden del 3.5% anual promedio, considera que este ritmo podría prolongarse del 2012 al 2030. Luego, explica que “la dinámica de la distribución mundial del capital es un proceso tanto económico, como político y militar. Sucedía lo mismo –dice- en la época colonial, cuando las potencias de la época –Reino Unido y Francia a la cabeza- estaban dispuestas a desplegar sus armas para proteger sus inversiones. Es evidente que sucederá lo mismo en el siglo XXI, en configuraciones geopolíticas diferentes y difíciles de prever”.

En otro momento, Piketty, se pregunta: “¿por qué elegiría Arabia Saudí invertir sus reservas  en bonos del tesoro estadounidense, cuando le es posible obtener rendimientos aún mejores en otra parte? Inmediatamente el mismo se responde: “aparte de la garantía de la estabilidad de los títulos del gobierno norteamericano, no se puede ignorar la dimensión política y militar de semejante inversión. Si los EE.UU., apoyados por los demás países occidentales, no hubiera sacado al ejército iraquí de Kuwait en 1991, es posible que después Irak hubiera amenazado los yacimientos saudíes, sin poder excluirse que otros países de la región, como Irán, habrían entrado en ese juego militar regional de redistribución de la renta petrolera”.

En esta monumental obra, Piketty, analiza en las tres primeras partes del libro, la evolución en el mundo, de la distribución de la riqueza y de la estructura de las desigualdades desde el siglo XVIII. En la última parte, “intenta”, sacar conclusiones para el porvenir: “regular el capital en el siglo XXI”, planteándose las siguientes interrogantes:
1.       ¿Podemos imaginar para el siglo XXI algo que trascienda al capitalismo y que sea al mismo tiempo más pacífico y duradero, o bien debemos simplemente esperar las próximas crisis o las próximas guerras, esta vez verdaderamente mundiales?
2.       ¿Qué instituciones y políticas públicas podrían permitir regular, de manera tanto justa como eficaz, el capitalismo patrimonial globalizado del siglo que comienza?
Preguntas centrales, neurálgicas, de mucha trascendencia, cuyas respuestas acertadas serían el futuro promisorio de la humanidad. Por ello, indagar sobre sus respuestas es de suma importancia, ya que está de por medio, la estabilidad socioeconómica mundial. Superar crisis, superar guerras y desequilibrios económicos, es un deseo, demás está decirlo, de todos los seres humanos. Vivir en paz es un deseo absoluto del hombre, que ama su existencia. Asimismo, “regular el capitalismo patrimonial” debe convertirse en una necesidad imperiosa de los gobernantes de los diferentes países que constituyen este mundo.

Impuesto mundial y progresivo al capital

Finalmente, Piketty, se arriesga, y suelta la propuesta: “la institución ideal -dice– que permitiría evitar una espiral  desigualitaria sin fin y retomar el control de la dinámica en curso sería un impuesto mundial y progresivo sobre el capital (…) la redistribución moderna no consiste en transferir la riqueza de los ricos a los pobres, o por lo menos no de manera tan explícita; reside en financiar servicios públicos e ingresos de reposición más o menos iguales para todos, sobre todo en el ámbito de la educación, la salud y las jubilaciones”. Eso, en otras palabras, significa, promover el estado social. Luego, pule la propuesta, señalando que: “el impuesto no es un asunto técnico, sino eminentemente político y filosófico, sin duda el primero de todos”. Asimismo, reclama, para que esto funcione “transparencia financiera internacional”. Dándole forma, como un artista, a su propuesta, Piketty, sostiene: “el aspecto importante que se debe tener presente, es que el impuesto sobre el capital aquí tratado, es un impuesto progresivo y anual sobre el patrimonio global: se trata de grabar más las riquezas más grandes y de tener en cuenta el conjunto de activos, sean estos inmobiliarios, financieros o empresariales, sin excepción”.

Abundando en argumentos de peso, Piketty, sostiene “el impuesto sobre el capital permite dar una respuesta a la vez más pacífica y eficaz al eterno problema del capital privado y su rendimiento. El impuesto progresivo sobre el patrimonio individual es una institución que permite al interés general retomar el control del capitalismo, apoyándose en las fuerzas de la propiedad privada y la competencia”.

Sin transparencia no hay democracia

Luego, en otro momento, sostiene que “sin verdadera transparencia contable y financiera, sin información compartida, no puede haber democracia económica. Y al contrario, sin derechos reales de intervención en las decisiones (como derecho de voto para los asalariados en los consejos de administración), la transparencia no sirve de mucho. Para que la democracia llegue un día a retomar  el control del capitalismo, se debe partir del principio de que las formas concretas de la democracia y del capital siempre tienen que estarse reinventando”. Así termina Thomás Piketty “El Capital en el siglo XXI” su monumental obra que ha remecido los cimientos del sistema capitalista en todo el planeta. Informe científico de mucha valía, que solamente puede ser comparada con “El Capital” de Carlos Marx. Este aporte, singular, debe ser tenido en cuenta, por los gobernantes del mundo, para hacer de este planeta un hogar de convivencia pacífica evitando la violencia, las guerras y su extinción. Como vemos, estamos notificados.

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