Por: Enrique Soto
Uno de los principales problemas
que tendrá que enfrentar el próximo gobierno es sobre corrupción. La situación
en este aspecto se ha vuelto intolerable para la ciudadanía. Tal es así,
que, según la IX Encuesta Nacional sobre Corrupción 2015, elaborada por Ipsos, por
encargo de Proetica, señala que una gran
mayoría de peruanos que asciende a un 78% cree que la corrupción ha aumentado
durante el gobierno de Ollanta Humala, razones no les falta, al ver tanta
podredumbre que ha infectado el quehacer político y social del país. Lo más
preocupante de este sondeo es que los encuestados expresan un gran pesimismo en
torno al problema, señalando que la “corrupción se incrementará en los próximos
cinco años”, ya que el Estado no tiene capacidad para controlar dicho fenómeno.
Asimismo, el 47% cree que los jueces son los más corruptos, siendo el Poder
Judicial líder de las instituciones más corruptas, seguida por el Congreso de
la República, con 44% y la Policía Nacional, con 42%. Esta grave situación de
agudo deterioro moral al que han llegado nuestras autoridades, merece una
profunda reflexión.
“Caiga quien caiga” es un documento escrito por José Ugaz, quien
fue nombrado procurador Ad-Hod para los casos de corrupción del gobierno de
Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos,
la investigación penal más importante de la historia del Perú. En dicho
documento, se señala que en ese periodo de gobierno “todos los estamentos del Estado fueron corrompidos”. Asimismo, se
relata la historia íntima de cómo se desmontó la mafia fujimontesinista. Sin
embargo, consideramos, al margen de que se haya o no desmontado la referida
mafia instalada en la dictadura, quedó una escuela del mal para los futuros
mafiosos, que ahora reaparecen y profundizan la corrupción, sin que nadie pueda
hacer algo para contenerla. El caso más emblemático de este gobierno en materia
de corrupción, es el promovido por el ex asesor presidencial de Ollanta Humala,
Martin Belaúnde Lossio, en complicidad con Rodolfo Orellana y el ex presidente
de la Región Ancash César Álvarez, constituyendo una red del delito que –según
el informe de la Comisión Investigadora del Congreso, presidida por el
parlamentario Vicente Zeballos Salinas- dicha organización tuvo ganancias por más
de 490 millones de soles. Es decir, aproximadamente, más de 150 millones de
dólares. Y esto sucedió, principalmente por la falta de iniciativa de control
en el interior de algunas entidades públicas. Dejando que las cosas sucedan,
asiéndose de la vista gorda, para que la mafia pueda operar. Como todos
recordaremos, fue muy difícil capturar Martín Belaúnde, la Policía Nacional se mostró
incapaz, permitiendo su fuga del país, y eso simplemente porque no había
voluntad política, en razón que habían muchos intereses en juego, y altas
autoridades involucradas, supuestamente, ganaban tiempo para ver cómo se ponían
de acuerdo para enfrentar el asunto. Hay que tener en cuenta que el presidente
Ollanta Humala es acusado por la oposición de cobrar cupos a los narcotraficantes
en la selva, cuando era Capitán EP, más conocido como el Capitán Carlos. Asimismo,
la oposición ha denunciado reiteradamente, que el levantamiento de Locumba, supuestamente
contra la dictadura Fujimorista, fue una cuartada, para proteger la huida de
Montesinos, a través de velero Karisma. Estos hechos que fundamentan el
quehacer corrompido de la clase política tienen que esclarecerse, si queremos extirpar
este mal que amenaza con destruir la sociedad.
Por otro lado, el escándalo de
los Petroaudios, producido en el gobierno de Alan García, que le costó el
puesto a Jorge del Castillo como Presidente del Consejo de Ministros, no ha
quedado claro para la ciudadanía, ya que la prueba contundente, donde se
escuchaba hablar a los infractores sobre “la aceitada”, refiriéndose a los
sobornos que se iban a pagar, fue sacada del proceso por ser consideradas
pruebas ilegales, quedando absueltos los involucrados. Asimismo, la mayoría de
peruanos no se explica cómo en el gobierno de Alan pudieron salir en libertad, cientos de
narcotraficantes, a través de los “narcoindultos”, el principal operador
responsable Facundo Chingel, ha sido condenado a 13 años de prisión, sin
embargo, eso no satisface a la opinión pública.
Alejandro Toledo, no tiene forma
de justificar ingentes inversiones en propiedades inmobiliarias, siendo
investigado por lavado de activos, a través del sonado caso Ecoteva. Como todos
tenemos conocimiento el ex presidente de la República, tratando de explicar los
hechos entró en sendas contradicciones, que en lugar de defenderse, terminó
profundizando el mal, estos hechos son simplemente algunas señales de la
corrupción institucionalizada que existe en el país.
Queriendo explicarnos a
profundidad el mal que estamos padeciendo, nos damos cuenta que la situación no
sólo parte desde el gobierno central, sino que, esta se ha extendido a los
gobiernos regionales y locales, como queriendo decir las autoridades del
interior del país: “si ellos lo hacen, por qué yo no”. Tal es así que muchos
gobernadores regionales y alcaldes están presos y otros están siendo procesados.
Así mismo, en las elecciones regionales y municipalidades pasadas, se detectó
que casi todos los partidos políticos –unos más que otros-tenían candidatos
vinculados al narcotráfico, en total sumaban 124(fuente: Utero.pe).Sin embargo,
nada se hizo por parte del Estado para contrarrestar tamaña insensatez. Por
ello, con mucha razón Jorge Medina Méndez, miembro de la Asociación Civil
Transparencia y presidente de Proetica, exige se realicen profundas
investigaciones, en torno a estos actos punibles, y demanda reformas
institucionales. Asimismo sostiene, que entre 10% y 15% cuesta a la empresa
privada operar en un ambiente donde no hay transparencia, rendición de cuentas
o donde hay corrupción. Además, señala, que tenemos una Contraloría
inoperativa; no ha descubierto un solo gran caso en los últimos años (La
República 9 diciembre 2015).
Esta situación de corrupción institucionalizada
que estamos padeciendo los peruanos a nivel nacional es sumamente preocupante, que
el futuro gobierno tiene que encararla en su total dimensión. Lo que está
pasando en la Provincia Constitucional del Callao, y que el gobierno central se ha visto en la
obligación de declararla en emergencia, es una muestra palpable de cómo está
avanzando esta lacra, donde, según sostiene Gino Costa, “las autoridades políticas en el Callao son las principales
sospechosas de todo lo que está ocurriendo”.(La República 13 diciembre 2015).Esta
declaraciones son sumamente graves que ponen en
tela de juicio la actividad política vinculada a la delincuencia, mediante
una bien tejida red de corrupción, como ocurrió en Ancash. Esto merece una
profunda investigación, ya que la estabilidad del orden social está en juego.
Como podemos darnos cuenta, la
corrupción institucionalizada, recorre por todas la venas del cuerpo social
peruano, queriéndole generar una infección terminal. Eso tiene que acabar, realizando
una reforma institucional profunda que nos permita, de raíz, arrancar el mal, con
su extirpación estaríamos garantizando el crecimiento y desarrollo económico, y
consolidando la institucionalidad democrática, haciendo prevalecer el Estado de
Derecho. Para realizar esas urgentes reformas, a ningún gobierno debe temblarle
la mano, ya que debe estar seguro que cuenta con el respaldo de la ciudadanía. Es
decir dl conjunto de pueblo peruano, que se ve perjudicado por esos embates de
mafias organizadas que operan al amparo de autoridades corruptas. Por ello, es
necesario realizar profundas investigaciones, con el propósito de identificar a
los infractores. “Caiga quien caiga”
debe ser la consigna que nos impulse a
acabar con el mal, y para ello no debemos esperar la instalación del próximo
gobierno, debemos empezar ahora mismo. El gobierno de Ollanta Humala, en estos
últimos seis meses que le quedan de gestión debe realizar acciones radicales para
iniciar el plan de exterminio de esta podredumbre que pone en jaque nuestra estabilidad institucional. En
tal sentido, estamos notificados, de nosotros dependen acabar con el mal, o
convivir con el hasta que nos vuelva anémicos y acabe con nuestra existencia.
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