Por: Enrique Soto (*)
Los humanos aún no
entendemos los avatares de las guerras. Y las iniciamos con tanta prisa,
brutalidad y violencia bélica, sin
reparar los grandes daños materiales y
sicológicos que causan a los que
habitamos este planeta. Parece que no entendemos o nos negamos a entender y
racionalizar los flagelos sufridos en el mundo por los enfrentamientos bélicos
producidos años anteriores, con la primera guerra mundial (1914- 1918) y la
segunda guerra mundial (1939- 1945) que diezmaron la humanidad –tiñéndola de
rojo- con más de 70 millones de personas muertas. Siendo cinco millones judíos.
Sin embargo, aún no aprendemos a apreciar la vida y valorarla.
Hacemos esta reflexión,
profundamente preocupados por los sucesos de enfrentamientos bélicos que vienen
registrándose en el mundo, que están escalando en proporción significativa,
comprometiendo a otras naciones en este enfrentamiento sangriento que se han
iniciado y no hay cuando acabe. Esto ya parece el inicio de una tercera guerra
mundial, promovido por las potencias industriales, en un afán de no perder el
dominio y la hegemonía en el planeta. Ya que este no es un problema de vecinos,
sino de control de mercados, que tiene su fundamento en la economía global y
las finanzas internacionales. Es necesario amenguar esta situación para evitar que el mundo se siga desangrando.
Lo que está pasando
en Ucrania es aterrador, en un enfrentamiento despiadado con Rusia, que está
dejando miles de muertos, ciudades devastadas, en ruinas, angustia y
desesperación, es algo inconcebible que no se puede tolerar. La ONU, y su
cuerpo de seguridad deberían hacer algo para contener esta masacre, donde los
niños, los ancianos y las madres gestantes son los más perjudicados. ¿Cuál es el rol de la ONU,
en estos enfrentamientos bélicos, desde que se creó, después de la segunda
guerra mundial? ¿Cuál es su protagonismo para detener esta avalancha
sangrienta? Es hora de hacer prevalecer la diplomacia internacional, y el
principio de autoridad global.
La situación se ha
recrudecido en los últimos días en la zona de conflicto entre Ucrania y Rusia.
Es necesario plantear una tregua en busca de la paz. Nada es imposible cuando hay voluntad de entendimiento. Siempre se
puede hallar un punto de encuentro, un punto medio aristotélico, que satisfaga
a las partes. Ya que con el enfrentamiento guerrerista todos perdemos,
cosechando solamente sangre, destrucción y muerte. Algo totalmente
repudiable.
Igualmente nos
preocupa sobremanera el enfrentamiento militar ente Israel y Hamas. Así como el
ataque despiadado y brutal, abusivo y alevoso, desarrollado por Israel contra
la franja de Gaza, donde se ha atentado contra la población civil inocente, que
nada tiene que ver con el choque militar. Esto es un atentado contra los
derechos humanos y un genocidio de Lesa Humanidad, que debe ser condenado por las
organizaciones internacionales defensoras de estos derechos. No se puede
permitir este tipo de atropellos contra la humanidad. Hay que denunciarlos.
Como hay que denunciar los actos terrorista promovidos por Hamas, presionando para la liberación de los
rehenes. El pueblo judío ha vivido en carne propia el holocausto, que costó la
vida a más de cinco millones de hebreos, en la segunda guerra mundial, con la locura de
Hitler. Por tanto, sabe del sufrimiento que significa el atropello a la
dignidad humana, por lo que no puede reproducir contra otras personas lo que
ellos padecieron. Inocentes personas que habitan la franja de Gaza, no pueden
pagar los platos rotos, que hacen los de Hamas.
La barbarie en la
franja de Gaza debe de parar, ya que de no ser así esto puede escalar, de
manera descontrolada, con consecuencias
inimaginables. Se tiene conocimiento que en el sur de Israel se ha abierto otro
frente con Hezbolá (organización musulmana chiita- libanesa político-militar),
que se viene enfrentando con el aparato militar israelí, con el propósito de
ayudar y solidarizarse con los Hamas. El gobierno de Israel debe de actuar con
cabeza fría, y no dejarse llevar por los arrebatos pasionales, promovidos por
los ataques musulmanes que los cogieron de sorpresa rompiéndole su acerado
cerco de seguridad que tenían. Su respuesta tiene que ser coherente, sin violar
los derechos humanos, ajustado al marco del Derecho Internacional. El
enfrentamiento devastador y sangriento de la segunda guerra mundial ha sido superado.
Para eso se creó la ONU. Para regular, y
contener atropellos en estos enfrentamientos bélicos.
Nos hemos olvidado
del trauma que causó a la humanidad entera, la destrucción de Hiroshima y
Nagasaki, con las bombas atómicas lanzadas a esos pueblos indefensos, población
civil, donde habitaban mujeres, niños y ancianos. Una actitud desproporcionada.
Nada se justifica frente a este tipo de crueles y despiadados acontecimientos,
que nunca más debe volver a ocurrir. Sin
embargo, parece que nada hemos aprendido, nos seguimos comportando como
bestias. Impulsados por nuestras codicias y egoísmos y nuestro afán desmedido,
obsesivo de poder y hegemonía global.
El mundo –con
estos enfrentamientos bélicos que va en crecida- está al borde del colapso. Las
potencias y los organismos internacionales, están en la obligación moral de
hacer algo para detener esta barbarie, que amenaza destruir la humanidad y el
planeta, donde vivimos.
La situación se
complica aún más en el mundo, cuando vemos lo que está sucediendo en Yemen, en la
que están involucrados Arabia Saudí, las rebeldes hutías de ese país, Irán y
algunas potencias occidentales como EEUU y el Reino Unido (que respaldan a los
saudíes). Más de 400 mil muertos en nueve años de enfrentamientos bélicos. Se
estima 85 mil, menores de edad ¡una carnicería humana! Esto es espeluznante.
Por otra
parte, la guerra de Siria, está dejando
una cifra estremecedora de más de 600 mil muertos. Y esto sucede debido a que
Rusia y EEUU se niegan a detenerla, teniendo la capacidad suficiente para
impedirlo, utilizando la diplomacia internacional, con los buenos oficios de la
ONU. Y esto, solo y únicamente porque El Assad, gobernante autócrata, es un
aliado y para evitar que un gobierno islamista llegue al poder.
Este panorama bélico
y guerrerista es sumamente preocupante. Visto como una amenaza al crecimiento y
desarrollo económico y el bienestar general de la humanidad. Impide el avance y progreso del mundo donde
vivimos. Desestabiliza las instituciones y destruye la infraestructura, que
necesitamos para crecer. Es más –lo más importante y neurálgico- , acaba con la
vida humana.
Asimismo, nos preocupa sobremanera que estas
maniobras guerreristas ingresen a
Latinoamérica. Y decimos esto por el intento de
Nicolás Maduro, de avanzar sobre el Esequibo, obligando a Guyana a mover
tropas sobre la frontera. Brasil, no se ha quedado atrás. Inmediatamente ha
ordenado, Ignacio Lula, desplazamiento de efectivos militares a la zona. EEUU -por su parte- hizo ejercicios
militares en las inmediaciones, como una forma de manifestar su influencia y
sentar autoridad, en base a su hegemonía militar. Estas actitudes de acciones y
desplazamientos militares, dan a entender que más vale prevenir que lamentar,
ante una incursión sorpresa de Venezuela, algo que hasta Colombia no comparte.
En Latinoamérica
queremos vivir en paz. Creemos firmemente en el diálogo diplomático ante
posibles diferencias. Creemos en la participación e intervención de los
organismos internacionales calificados, como la ONU, en este tipo de
conflictos, para hallar una salida pacífica, antes de utilizar la fuerza.
Creemos en la inviolabilidad de la soberanía, y la defensa del territorio. No
somos ingenuos. Creemos en la auto defensa y la autoridad militar que tienen
nuestros estados y pueblos que constituyen naciones. Creemos, finalmente, en la
libre determinación de los pueblos, como soberanos absolutos. Condenamos las
injusticias.
Si Maduro se saliera
con la suya en una aventura militar, sería
algo sumamente deplorable para toda Latinoamérica, y particularmente para América
del Sur. Complicaría nuestra estabilidad geopolítica, algo que no se puede
permitir. Alteraría significativamente, la tranquilidad de la región, afectando
el desarrollo de nuestra economía.
Finalmente,
manifestamos que una guerra, un choque armado, a nada bueno conduce, a los
pueblos y naciones. Ya decía Sun Tzu, “el arte de la guerra consiste en ganarla
sin disparar un tiro”. La violencia es una mala consejera para resolver
conflictos. Lo más importante, lo trascendente, lo neurálgico es el diálogo, el
entendimiento entre las partes. La razón debe imponerse con argumentos válidos.
Estamos en este mundo para vivir en paz, y solazarnos con la tranquilidad exenta
de violencia. Estamos en un mundo donde todos tenemos que ganar y vivir en
bienestar, que no es otra cosa que la búsqueda del Bien Común.
(*) Periodista
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