Por: Enrique Soto (*)
La política peruana se ha
convertido en un desmadre. Ha dejado de ser una ciencia para transformarse en
una felonía. En el quehacer político nacional se transpira por sus poros
podredumbre y corrupción, donde ninguna tienda política está a salvo de esta infamia,
que frena el crecimiento y desarrollo de nuestros pueblos en un momento
histórico decisivo en el que podemos avanzar si no existiera esta lacra.
La política se ha confundido con
una asquerosa actividad delincuencial, donde el bienestar personal del “representante
político” está por encima del bien común y el bienestar nacional. Por eso,
Alvarez Rodrich, sostiene que estamos frente a “una clase política fallida, cuya renovación es urgente”. La República
(26 de julio del 2015). Luego más adelante señala: “la política peruana se ha convertido en un centro de malandrines
impresentables, desde la jerarquía superior hasta los principiantes en el
oficio”. Esto expresa claramente lo mal que nos hallamos en esta actividad
esencial que gobierna el destino de nuestros pueblos.
Por su parte, Daniel Abugattás,
Congresista de la República, y uno de los principales promotores del
nacionalismo, en sus primeros años de gobierno, olímpicamente se lava las manos
como Pilatos, dando a entender: “yo no fui”. Cuando también él es responsable
de esta debacle, y el hecho de decir, que abandona la política desilusionado,
ya que, según sus propias palabras: “no
le ve futuro a su partido ni a la clase política en general”. Sin embargo,
esto no lo exime de responsabilidad, ni deja de hacerlo cómplice del pasivo que
deja este gobierno, “su partido”.
Abugattás, por otro lado,
tratando de salvar su pellejo, de este cataclismo de incapacidad y corrupción
desbordante, afirma que “si me preguntan
por (Ana) Jara o por (Daniel) Urresti, eso me suena como si me propusieran a Cantinflas
o a Pinocho”. A ese nivel de bajezas ha llegado la política peruana, en el
acuchillamiento por ostentar el poder.
Finalmente, dice Abugattás, que
“el Perú no puede seguir con una clase política representada por el
fujimorismo, Kuczynski, el toledismo, y el propio nacionalismo”. Parece muy
tarde darse cuenta de esta vergonzante realidad, o es que lo hace tácticamente
sabiendo que estamos a puertas de un proceso electoral, y eso de que me voy de
la política es un engaña muchacho.
Como podemos darnos cuenta la
actividad política en nuestro país apesta, hay que cubrirse la nariz, frente a
cualquier “político”-salvo rarísimas ex cesiones- para no ser contagiados. Esto
es dramático. Con razón, Claudia Cisneros señala que “la política está secuestrada por truhanes de saco y corbata”, y
que es hora de recuperarla.
Lo malo es que todas las tiendas políticas –o
casi todas- están comprometidas en estas malas acciones, desde la derecha
pasando por el centro hasta la izquierda. Toledo está denunciado, y
posiblemente sea sentenciado por corrupción, asociación ilícita para delinquir
y lavado de activos. A Alan García, lo acusan de haber liberado a
narcotraficantes, a través de indultos. Los famosos narco indultos. La pareja
presidencial -así se le llama a la cabeza
que dirige el gobierno-, están con la soga al cuello en materia de
corrupción, vinculados al hoy preso Martín Belaúnde Lossio y éste a su vez está
vinculado a Orellana y al ex gobernador de Ancash César Álvarez, también
presos. Tal es así que la Sra. Nadine Heredia, primera dama, está luchando
denodadamente porque no le levanten su secreto bancario, ni puede hacer gala de
transparencia. Por otro lado, Keiko Fujimori, tiene un pasado nefasto,
vinculado a su padre Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, quienes la
educaron y protegieron. Así mismo, la
izquierda no se salva, Gregorio Santos, ex gobernador de Cajamarca, está
privado de su libertad, se halla preso en el penal de Piedras Gordas, acusado
de corrupción y asociación ilícita para delinquir.
Como podemos apreciar, nadie se
salva de haber metido las manos de manera irregular en el Tesoro Público. Y
haberse enriquecido a costas del erario nacional, sin haber hecho nada, o casi
nada por el crecimiento económico y desarrollo nacional. Se olvidaron, para
siempre del bien común y del bienestar general. Les importó un comino la grandeza de la patria y su futuro, más les
interesó el suyo propio, el de su grupo y su entorno familiar. Estos felones de
la política peruana deben ser sancionados severamente, ya que nada bueno
hicieron en beneficio del país. Esta clase política debe ser dada de baja. Purgarnos
de esta contaminación debe ser urgente una necesidad histórica, si queremos
salvar a la patria del abismo al cual éstos malhechores nos pueden precipitar.
(*) Periodista. Analista político
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