Por: Julio Garazatúa Vela (*)
En
Octubre-2004, el historiador Nelson Manrique en un artículo titulado “País se
regala”, entre otras cosas, mencionaba que en un trabajo de gabinete para
oficiales de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de Norteamérica,
denominado “Sudamérica de aquí a cincuenta años”, todos los analistas
asistentes a dicho foro coincidían en que tres países del continente no tenían
viabilidad para continuar como tales, por no haber solucionado sus problemas
económicos, ni haberse integrado como nación; uno de ellos era el Perú.
Diez
años después, la realidad nos dice que en el país nada ha cambiado para poder
revertir esta percepción; persisten los males endémicos de siempre: conflictos
sociales, inseguridad ciudadana, corrupción, pobreza, exclusión social,
desempleo, frondosidad legal, anomia, subdesarrollo educativo y tecnológico,
instituciones anacrónicas incapaces de atender con prontitud y certeza las
necesidades socio-económicas de la población, continuos errores políticos del
gobierno y de la oposición, etc. Además, existe incongruencia entre el modelo económico
y la práctica política que imposibilita reconstruir el país como nación. Tenemos
una “clase política” improvisada, proclives a la corrupción, sin capacidad para
implementar políticas y estrategias a largo plazo. Hay ausencia de partidos
políticos y proliferación de movimientos políticos, con caudillos que buscan
poder y notoriedad en época de elecciones. Nuestra población carece de cultura
política y en su mayoría desconoce sus derechos y deberes cívicos, lo que nos
lleva a repetir los mismos errores cuando debemos elegir a nuestros
representantes nacionales, regionales y municipales. No se vota por un programa de gobierno o un proyecto
nacional, sino por cuestiones partidarias, simpatías, o por el llamado “mal
menor”. El “populismo” y las “encuestas”, se han convertido en instrumentos
políticos tradicionales de los
candidatos y gobiernos de turno, para ganar simpatías en la población,
ofreciendo promesas incumplidas reiteradas veces, y maquillando porcentajes de
aceptación a gusto del cliente. La corrupción se ha enquistado en los tres
niveles de gobierno: nacional, regional y local, y cada vez son más las
denuncias por delitos económicos con dineros del Estado. Asimismo, los gobiernos regionales y locales se muestran radicales para concertar y
conciliar asuntos de interés nacional con el gobierno central, porque a medida
que asumen su propio carácter cultural y aumenta la disposición de recursos económicos, fortalecen su identidad
regional y local y tratan de distanciarse política y administrativamente del
poder ejecutivo. Esta forma de convivencia política en la cual estamos
atrapados, adormece la conciencia nacional, distorsiona la realidad y el
sentido común, cuando se deben tomar decisiones
o implementar políticas y estrategias en el ámbito interno y externo.
De
continuar con estos errores, y en lugar de buscar el cambio, alentamos el
desgobierno, el desorden, la improvisación, la frivolidad, a esperar a un mesías que nunca llega, o a un
revolucionario iluminado que nos reivindique en nuestras justas aspiraciones,
simplemente estaríamos caminando hacia un destino incierto, que sin darnos
cuenta estamos construyendo.
Ante
este difícil panorama nos preguntamos ¿Cómo evitar el futuro incierto que nos
acecha, si el propio gobierno se muestra incapaz de orientar el cambio en la
dirección debida?, ¿Por qué, a pesar de tanto esfuerzo, las medidas
implementadas no atinan a solucionar los problemas que se multiplican
diariamente?
En
primer lugar, debemos aceptar que los programas sobre asuntos económicos no se
sustentan en una imagen objetivo de país, menos en una visión estratégica
continental y mundial. Las pocas obras de infraestructura, siempre han
respondido a emergencias coyunturales urgidas por la globalización y el libre
mercado, que obligan a la orientación netamente exportadora, y no, a un
proyecto de desarrollo nacional enmarcado en un proceso integrador.
En
segundo lugar, la mayoría de los
técnicos o planificadores de las instituciones públicas, siguen actuando como
si el sector económico estuviera aislado de las influencias sociales y
psicoculturales; por ejemplo: conocemos la información referente a la
productividad, a los precios, a las inversiones y otros factores similares, y
en base a esos indicadores económicos, podemos evaluar el estado general de la
economía en el país. En cambio carecemos de sistemas de medición de indicadores
sociales, que nos digan si la sociedad como algo distinto de la economía, se
desarrolla adecuadamente, si las condiciones de vida del país mejoran de un año
a otro. Es decir, un sistema de indicadores destinado a medir el logro de fines
sociales y culturales, que empleados conjuntamente con los indicadores
económicos, puedan utilizarse para diseñar e implementar políticas integrales a
largo plazo.
En
el Perú, cada gobierno proyecta y ejecuta diversas obras: autopistas,
carreteras, centrales eléctricas, hospitales, viviendas, centros educativos,
etc., orientadas a brindar bienestar a la población, pero ninguna de ellas
obedece a una imagen global de país o sociedad que se desea alcanzar, se
proyectan sin visión de futuro, sin una
lógica racional de desarrollo integral y coherente, que tiendan más adelante a
evitar o minimizar posibles conflictos sociales. Lo que sucede es que los políticos
siguen pensando en términos de arriba-abajo, suelen elaborar planes y programas sin contar con la
información de la otra parte, la que debe recibir los beneficios o desarrollar
el plan o proyecto, de manera que desconoce si esas proyecciones son viables en
la práctica; mas claro, los planes, programas o políticas de gobierno no tienen
en cuenta las cambiantes necesidades de aquellos cuya participación es
necesaria, para que esas decisiones alcancen los objetivos propuestos; se
atribuyen el derecho de establecer objetivos sociales por sí mismos, o por
orden de una autoridad superior. Entonces, el problema no radica en que
planeamos mucho o poco, sino en que planeamos mal, porque las premisas
implícitas en el proceso de planeamiento son
equivocadas.
Asimismo,
es necesario tener en cuenta, que actualmente el número de componentes sociales
en el sistema se ha incrementado, por ello, es contraproducente ignorar las
demandas de las denominadas “minorías políticas” (gremios, sindicatos,
organizaciones civiles, etc.), en cualquier decisión o medidas de gobierno; en
razón, que estas minorías al sentirse excluidas del sistema y al no ser
atendidas en sus reclamos, recurren a las protestas públicas como único medio
para hacerse escuchar, lo que genera conflictos y represión.
Cuando
podamos superar nuestras barreras mentales y reconocer la necesidad de integrarnos
como nación, y de construir
juntos una nueva visión de Estado,
desechando la indiferencia, el conformismo, la soberbia y la exclusión, dejaremos de ser considerados un Estado inviable.
(*) Coronel PNP (r)
No hay comentarios:
Publicar un comentario