Por: Enrique Soto
Después
de haber definido en primera vuelta, este 10 de abril, quienes serán los
competidores que se enfrentarán por alcanzar la presidencia de la república el
5 de junio, es necesario hacer una pausa para evaluar todo lo sucedido en esta
primera etapa de estos comicios generales, dada las constantes improvisaciones
e irregularidades presentadas por parte del Jurado Nacional de Elecciones (JNE),que
ha permitido que el Secretario General de la OEA, Luis Almagro Lemes, manifieste
que en el Perú se vive una “semidemocracia”.
Es
importante reconocer que esta primera parte electoral ha estado salpicada por
una serie de improvisaciones e irregularidades que han marcado historia en estos
comicios, ya que nunca antes había sucedido en nuestro país, por parte del JNE.
Siendo las más significativas el veto impuesto contra candidatos favoritos -que
ocupaban los primeros puestos de aprobación ciudadana- como Julio Guzmán y César
Acuña y haber pasado por alto el otorgar regalos en campaña electoral a Keiko
Fujimori, siendo rigurosos con otros candidatos.
Estos
actos emblemáticos han opacado el proceso, sosteniéndose que no se ha aplicado las reglas de juego a todos por
igual. Golpeando a algunos hasta sacarlos
de carrera y favoreciendo a otros. Es decir a todos no se les midió con la
misma vara, sino según el color de su piel, léase intereses que representa.
Estos
hechos anormales de querer favorecer a
unos y liquidar a otros dentro de una democracia incipiente que pugna por
mantenerse y afirmarse, la ha debilitado tremendamente, a tal punto que a la
luz de los resultados de esta primera vuelta, se puede afirmar que la voluntad
ciudadana está polarizada en todo el país. Mientras que la costa norte apoya
PPK y KeiKo, representantes de la derecha peruana, la sierra sur y parte de la
sierra norte impulsan a VeróniKa Mendoza y Goyo Santos, representantes de la
izquierda. Situación que se va a presentar muy complicada para quien asuma el
nuevo gobierno a partir de 28 de julio, por lo que de manera desesperada PPK se
adelantó manifestando su deseo de querer conversar con Santos, preso en Piedras
Gordas, seguramente para llegar a un acuerdo consensuado, pero este lo ha
rechazado. Por su parte, Verónika Mendoza ha manifestado que su agrupación, el
Frente Amplio, no apoyará en segunda vuelta a ninguno de los dos finalistas, como
son PPK y Keiko Fujimori. En tal sentido, la coyuntura política electoral se
manifiesta en alta tensión, y no es suficiente poner cable a tierra.
Esta
polarización política e ideológica ha dejado casi fuera de juego al centro
político, expresado en los comicios, por Alfredo Barnechea, de Acción Popular,
quién se vio minimizado por esta avalancha de voluntad ciudadana, que tendría
que ir entrándole al juego democrático en la medida que esta polarización vaya
entendiéndose, de esa forma en algún momento entrará a terciar en un ambiente
democrático mas amplio y menos tenso.
¿A
quién perjudica y a quién favorece esta polarización? ¿Es necesaria esta
polarización para avanzar democráticamente? Toda polarización en principio no es
aconsejable, es que las cosas no son a rajatabla blanco o negro, sino que
existen matices, y entre los extremos siempre es aconsejable hallar el punto
medio Aristotélico, gran filosofía y profunda sabiduría. Promueven esta
polarización quienes se ven desplazados de la escena política, que por muchos
años usufructuaron de ella, así como quienes se ven amenazados de ser
procesados por sus actos de corrupción. Ahora lo que el Perú quiere es que las
fuerzas políticas busquen consensos, respetando espacios e identidades
ideológicas. En tal sentido, el nuevo presidente o presidenta que será elegido
el próximo 5 de junio, tiene un gran reto, siendo el de primer orden búsqueda
de consenso político, para asegurar la estabilidad y gobernabilidad de su
gestión, evitando tensiones y conflictos sociales, que opaquen y/o minimicen su
quehacer político. Eso significa que con audacia e inteligencia debe tender
puentes hacia la oposición, y negociar y arribar a acuerdos que garanticen el
desarrollo del país, actitud suprema que favorecerá a los más de 30 millones de
habitantes que vivimos en este país.
Por
eso, lo que el Perú quiere, no es vanos enfrentamientos, sino salir del
entrampamiento de desaceleración económica en la que nos encontramos inmersos desde
hace tres años aproximadamente. Eso significa impulsar la inversión privada y
promover la inversión pública; diversificar el desarrollo productivo, crear
empleo, acabar con la pobreza, impulsar proyectos de infraestructura para mantener
un desarrollo sostenido. Asimismo, acabar con la inseguridad ciudadana, que se
ha extendido enormemente por todo el territorio nacional, causando pánico y
zozobra en el ciudadano de a pie y a las clases media principalmente, que no
ven el Estado un ente protector. Por otra parte, el ciudadano peruano pide a
gritos se acabe para siempre con la corrupción, que saquea las arcas fiscales
empobreciendo la nación. Como también es urgente que el nuevo gobierno ponga
atención como debe de ser a la educación y la salud, aspectos primarios en el
desarrollo humano, teniendo en consideración los bajos niveles de atención que
tenemos en esos sectores, ya que el recurso humano y el conocimiento se han convertido en los
últimos tiempos en fuentes decisivas del desarrollo y progreso de las naciones.
Por
lo señalado, para que los sueños de todos los peruanos se cumplan, el próximo
presidente o presidenta que asuma los destinos de nuestro pueblo, va a tener la
necesidad imperiosa de realizar algunos severos ajustes al modelo económico, ya
que su identidad ideológica y política al que representa no le va a permitir realizar un cambio radical, pero al menos modificarlo
en aspectos fundamentales, como lo que induce a la distribución de la riqueza,
para que sea más equitativa, acabando o al menos disminuyendo la tremendas
desigualdades económicas existentes. Debe tener como objetivo disminuir la
brecha, que cada vez se agranda, entre ricos y pobres, aproximándolos en una
convivencia pacífica y equilibrada, eso significa promover un Estado de
Bienestar, que se preocupe del ciudadano común y corriente, para que tenga
acceso a los servicios básicos de una vida digna, así como para que se le
brinde vivienda, vestido, alimentación, salud y educación.
Por
otro lado, tal como lo ha señalado Verónika Mendoza, su agrupación, con 20
congresistas aproximadamente en el Parlamento Nacional, realizará una labor
política de oposición, se entiende responsable y con propuesta. En tal sentido,
la izquierda, desde esa trinchera de lucha tiene un gran reto, como es el de fiscalizar, de
manera eficiente, el Presupuesto, y los recursos de la nación, impidiendo que
la corrupción se siga levantando el erario nacional. Además, tiene la gran
responsabilidad de exigir desde sus escaños se cumpla con las promesas de
campaña, así como exigir al nuevo gobierno de turno trabaje a favor de las mayorías
y los sectores mas necesitados, de lo contrario deben estar en capacidad como
organización política de izquierda de movilizar al pueblo, porque ya está
confirmado que las grandes batallas ante gobernantes incapaces, displicentes, soberbios
y autoritarios, se gana en las calles. La izquierda en el parlamento debe
servir como un contrapeso en la estructura de poder. En tal sentido, debe estar
organizada como para movilizar al pueblo en busca de Justicia Y Bienestar
Social. En democracia estos principios son valores esenciales.
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