domingo, 1 de junio de 2014

SEGURIDAD CIUDADANA Y CRIMINALIDAD

Por: Julio Garazatúa Vela.(*)

Restablecer el orden y la seguridad ciudadana gravemente alterada por el crecimiento de la delincuencia en el país, todavía es una promesa de Estado. Son tantas las veces que se han implementado medidas y estrategias anticrimen sin alcanzar las metas propuestas, que estamos aprendiendo  a convivir con la violencia y el desorden. Lo único que sabemos de las medidas adoptadas son, por un lado las estadísticas optimistas del ejecutivo, y por el otro, las encuestas pesimistas de las empresas “especializadas” en el tema. Los noticieros matutinos y nocturnos nos informan diariamente sobre violencia y muerte en todas las formas y estilos; por ende, cada día crece el temor y la angustia, pensando cuando nos tocara a nosotros. Mientras tanto, las instituciones del Estado continúan poniéndose de acuerdo, en cómo detener el desborde de la violencia y el delito.

El periodista británico Ioan Grillo en su obra “El Narco-En el corazón de la insurgencia criminal mexicana”, hace un testimonio crudo de la violencia criminal que vive México. Expone la anatomía del sicariato y del negocio de las drogas, a través de un análisis profundo del problema, buscando sentido  al conflicto y soluciones a largo plazo. Refiere que lo que pasa México no es un asunto de mafias, sino de “insurgencia criminal”, entendiéndose  esta, como la existencia de grupos o bandas armadas que usan tácticas de guerrilla, pero sin ideología, sin un programa, tan solo intereses comerciales o criminales. Sin embargo, los políticos no se atreven a tratar el problema por su nombre, porque proyecta una mala imagen al exterior que repercute en las inversiones económicas y en el control político-social del país.


Lo arriba descrito, guarda una ligera similitud con la problemática criminal que actualmente estamos afrontando en el Perú. Algunos hechos demuestran esta aseveración, por ejemplo: el narco-terrorismo en el VRAEM  lleva varios años  sin solución, a pesar del esfuerzo  de las Fuerzas del Orden y de los ingentes medios logísticos empleados, el Estado aun no es capaz de implementar una estrategia multisectorial efectiva  para erradicar este tipo de conflictos. El crecimiento de la delincuencia común y del crimen organizado, siendo sus manifestaciones más severas la extorsión, el  sicariato, el narcotráfico, los marcas, el pandillaje, los robos a domicilio, etc.; cuyas características principales son el uso de armas de fuego y la violencia extrema. El narcotráfico, que se ha enquistado en la sociedad y corrompe todos los estratos sociales sin distinción, desde los funcionarios públicos y empresarios, hasta los vendedores de ketes. La corrupción generalizada, desde las denominadas “coimas” hasta el tráfico de influencias, que corroe las instituciones del Estado. La impunidad, como recurso del poderoso o del político influyente, que deteriora aun más el concepto de “justicia” en el país; entre otros.

Ahora bien, debemos aceptar que los gobiernos de turno han fracasado en la lucha contra la criminalidad; el país de hoy, es más inseguro que el de hace unos años. Al parecer, este fracaso se debe a muchos factores, entre ellos: el Estado continúa siendo lento, burocrático y sin presencia efectiva en muchos ámbitos regionales; además se muestra fragmentado, con instituciones que se enfrentan entre ellas , dejando entrever que no todos tienen la misma lectura del verdadero problema de la criminalidad que afecta al país. Las instituciones públicas son percibidas como anacrónicas e inviables,  para atender con prontitud y eficiencia los álgidos problemas de la sociedad actual, tal es así, que las encuestas de opinión consideran a los órganos de seguridad, justicia, congreso de la república y a la mayoría de los ministerios, como inoperantes y corruptos, con un bajo índice de aceptación y confianza. Entonces ¿cómo enfrentar con éxito el problema de la criminalidad en estas condiciones?.

Sugiero en primer lugar, cambiar la percepción de parálisis institucional del Estado frente al crimen organizado, para ello no existen recetas mágicas, solo sugerencias bien intencionadas, tales como: el gobierno debe tener mayor control del Estado y fortalecer su autoridad institucional, es necesario  que las instituciones públicas, las autoridades regionales  y municipales,  y la población en general, tengan un concepto homogéneo sobre seguridad ciudadana, para unificar criterios y articular planes operativos coherentes y viables , tanto en la prevención como en la represión del delito; se debe establecer una verdadera política pública de seguridad ciudadana que funcione no solamente en el papel sino también en la realidad, su implementación puede llevar tiempo, pero debemos empezar reconociendo que lo que tenemos no está funcionando ; el problema de la delincuencia en el país, no se puede terminar a sangre y fuego, es necesario reconstruir el tejido social intensificando el trabajo con la juventud, implementando proyectos reales a  corto y mediano plazo que puedan cambiar el fenómeno social del pandillaje, considerando que las pandillas son la fuente de reclutamiento de las bandas criminales, por su fácil captación y porque las leyes vigentes son benignas con los delincuentes juveniles;  tampoco es una solución sacar el ejercito a la calle, porque no es su función enfrentar el delito y no ha sido preparado para esta tarea; en el aspecto policial, es fundamental reconstruir la institución policial de conformidad a criterios modernos, y  que se aboque a cumplir su finalidad constitucional para la cual ha sido creada: combatir la delincuencia, proteger a las personas y hacer cumplir la ley, sin distraer su responsabilidad funcional en tareas  extra-institucionales de carácter privado; además, el desempeño funcional de la policía nacional debe estar respaldada por una legislación adecuada, que le permita combatir la delincuencia y el crimen, y no solamente contener el delito (disminución de homicidios, extorsiones, etc.); debemos tener en cuenta que las bandas criminales adquieren su propia identidad y perfeccionan su organización y especialidad delincuencial, y se despliegan por los distritos y barrios donde asumen liderazgos temporales , por lo que es difícil su desarticulación y eliminación total aun capturando a los cabecillas, ya que estos son reemplazados con rapidez, por ello se requiere que la policía actué con mucho apoyo de inteligencia, con personal especializado en la lucha contra el crimen y con equipos de tecnología moderna. Lo importante es evitar que estas organizaciones delictivas se transformen en “insurgencia criminal”, porque es una modalidad difícil de erradicar, tanto o más que el “narco-terrorismo “.

Pero lo fundamental para poder cambiar esta difícil problemática, es que el Estado muestre la voluntad política de querer hacerlo, y que las instituciones funcionen en el sentido correcto, que haga creíble la decisión de restablecer la seguridad ciudadana y la tranquilidad pública a la brevedad posible.

(*) Crnel. PNP (r)

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