Por:
Enrique Soto (*)
El
domingo pasado, de los 23 millones de electores aptos, solo 21 millones de
ciudadanos –es decir el 80%- acudieron a las urnas, en todo el país, a emitir
su voto de conciencia, para elegir a las nuevas autoridades locales y
regionales. 20% no lo hicieron, principalmente, indiferentes y desalentados por
la crisis política coyuntural de corrupción que estamos atravesando.
Sin
embargo, podemos afirmar categóricamente que este acto cívico es de suma
importancia y trascendencia para el quehacer político, económico y social del
país. Y al haberse desarrollado ordenadamente, de manera disciplinada, es una
manifestación de madurez democrática del pueblo peruano, que va aprendiendo a
vivir en democracia, dándose de esta forma una estabilidad y sostenibilidad al
estado y sus instituciones, a pesar de la coyuntura crítica que se está atravesando.
Los
resultados de estas elecciones regionales y municipales marcan un derrotero en
el quehacer político nacional, que van encaminadas hacia la realización de
profundas reformas estructurales en el aparato estatal, y a dejar de lado a
sectores políticos que no contribuyen en el desarrollo, sino mas bien son un
obstáculo para el avance. Tal es así que la pedantería y la soberbia de Fuerza
popular, ha sido castigada severamente en las urnas, al habérsele negado el
apoyo ciudadano a sus candidatos. No apareciendo por ningún lado en los
escrutinios realizados.
De
esta manera podemos afirmar que el fujimorismo está en caída libre, y la
tendencia es a desaparecer, ya que carece de ideología y doctrina. Base
fundamental para toda institución política partidaria.
Otra
cosa que vemos en este proceso electoral, es que el interior del país, se ha
dejado sentir de manera contundente, con el triunfo de las organizaciones regionales
independientes, dejando marcadamente de lado a los partidos nacionales, que
mayoritariamente son direccionados desde Lima. La única excepción ha sido
Alianza para el Progreso, que tiene controlado el “sólido norte”, en base a un
clientelismo que han desarrollado los Acuña, a través de sus universidades.
Este
nuevo panorama, que, en la elección a la alcaldía de Lima, tiró al tacho de
basura –a última hora- a los candidatos favoritos, eligiendo a Jorge Muñoz
(AP), como nuevo alcalde, anuncia que el pueblo peruano ya no cree en los políticos
tradicionales, y exige nuevos líderes que asuman responsablemente una gestión
eficiente.
El
quehacer político debe ser modificado radicalmente. Con la incorporación de
nuevos líderes interesados en transformar el país, y con la realización de
profundas reformas que cambien las estructuras del estado peruano, haciéndolo
más ágil y eficiente. Las reformas presentadas y que se van a poner en referéndum,
es solo el comienzo, de una actividad continua de transformación nacional, que
hemos tardado demasiado en iniciarla. Así lo ve la ciudadanía.
La
corrupción debe ser combatida a muerte. ¡Corrupción cero! Debe ser el lema que
impulse las nuevas gestiones municipales y regionales. A través de un control y
fiscalización ciudadano, a parte de la labor que debe realizar el Ministerio
Público, una vez recuperado, reformado y purgado de todos sus males elementos,
que tanto daño le hacen a la institución.
Por
lo manifestado, defender la democracia, recuperada con sangre, sudor y
lágrimas, es una tarea ineludible de las futuras generaciones, que siempre debe
ser llevada en alto, como un estandarte que simboliza la libertad de una
nación. Las tiranías, y las dictaduras atrás quedaron olvidadas como una página
negra y sucia en la historia de la República. Empezó la Refundación de un Nuevo
Perú.
(*) Periodista
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