ELECCIONES 2016
Por: Enrique Soto Roca (*)
¿Quién se pone el polo rojo que dejó Humala en el closet? pregunta con
provocación Carlos Meléndez, en un análisis polémico que escribe sobre la
situación actual de la izquierda, publicado el sábado 23 de mayo en el diario
El Comercio, poniendo énfasis en su evaluación que “existe
una insatisfacción social sin ninguna genuina representación política”.
Creemos que este artículo marca
la pauta para abrir y profundizar el debate en torno a la coyuntura política a
pocos meses de las elecciones presidenciales 2016 y cuál es el rol protagónico
que le tocaría jugar a la izquierda peruana.
El análisis de la situación no es
nada sencillo, contrariamente se presenta bastante compleja, que requiere mucha
atención, prudencia y mesura para emitir algunos juicios de valor. Sin embargo,
se puede señalar que el país en estos momentos se halla en una encrucijada,
semiparalizado política y económicamente, sumido en un proceso de
desaceleración, que ha empezado a manifestarse a través de los conflictos sociales
violentos, que según Matos Mar son signos inequívocos de “desborde popular”, algo que merece un análisis a conciencia para
poderlo entender a cabalidad.
Inmersos en ese panorama actúan
política y socialmente los movimientos de izquierda de nuestro país, que de
alguna forma no han podido interpretar certeramente los nuevos designios de
nuestros tiempos, que no son como los de la década de los 80, donde el alborozo
se centraba en la lucha revolucionaria y la vía violenta para la toma del
poder, donde la lucha armada era el eje
de avanzada en la toma de posesiones estratégicas de dominio. Desde las década
de los 90 se empezó a vivir un nuevo ciclo en el quehacer político nacional,
dando paso a la lucha democrática, fue así que en democracia nos tumbamos una
dictadura civil, como fue el fujimontesinismo, y ahora se lucha
democráticamente porque nunca más vuelva esa lacra que envileció al país.
El avance del neoliberalismo, que
ha logrado posesionarse en el país, gracias al boom económico que vivimos la
década pasada (2003-2013) debido a los altos precios internacionales de los commodities
y a la gran demanda de los países industrializados. Sin embargo, este modelo
económico, tal y como se viene aplicando, no ha resuelto los preocupantes
niveles de desigualdad e informalidad, así como no ha podido llevar a cabo las
grandes y profundas reformas institucionales que el país requiere de manera
urgente. Y en lugar de industrializar, para consolidarlo económicamente, lo ha
hecho más primario exportador. Y ese giro solamente lo puede realizar un
movimiento político que sea verdaderamente nacionalista.
Forjar un movimiento nacionalista
verdadero para sacar adelante al país es todo un reto que podría asumirlo la
izquierda. Pero –“seamos realistas, hagamos lo imposible”- la tarea no es
fácil, sino difícil y bastante sacrificada, que va a significar aceleradamente
hacer una reingeniería profunda en todos los movimientos políticos de
izquierda, que supere la sola búsqueda de un candidato apropiado y carismático.
Partir de cero, no creo que sea
el camino adecuado, sino avanzar con lo que tenemos desechando todo lo malo que
nos impida avanzar. Desde nuestras ambiciones personales hasta nuestros
prejuicios miopes. Ya que no se trata de construir una élite de manera inmediata,
que nos puede llevar entre 10 y 15 años –según calcula Sinesio López- pero sí
producir una élite a largo plazo, ya que ello nos garantizaría una proyección
segura hacia el desarrollo en los próximos 50 años. Aprendamos a pensar para el
mediano y largo plazo. Lo inmediato es efímero.
El sueño debe ser construir un
movimiento político sólido que conduzca los destinos de nuestro país para los
próximos 50 y 100 años. Lo que hagamos ahora debe ser para trascender. Para
dejar a nuestros hijos y a las futuras generaciones una patria libre,
desarrollada y segura.
Creemos sinceramente que la tarea
de la izquierda en estos momentos es forjar la unidad, en torno a un discurso sólido
y coherente que recoja las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos más
pobres y de la clase insurgente. Y eso resumido en un Plan de Gobierno, que
como dice Sinesio López está reflejado en: “Los
puntos centrales de la Gran Transformación”. Eso hay que darle color y
vida. Y coincidimos con Sinesio en el sentido que “la fragmentación de la izquierda es un suicidio” (La República
23 de abril 2015). Ya quisiera la derecha ese suicidio, para que tenga cancha
libre para hacer lo que venga en gana.
Si la izquierda quiere hacer una
buena campaña, aunque no gane, pero digna y con principios, no tiene derecho a
equivocarse en una política de alianzas, ya se equivocó en dos oportunidades
cuando avanzó con Fujimori en el 90 y con Humala en el 2011. Ambos resultaron
una traición. Consideramos que lo más recomendable y seguro es avanzar con lo
ya iniciado –claro está superando asperezas-. Es decir, con la consolidación
del Frente Amplio, impulsando el Partido Tierra y Libertad, presidido por Marco
Arana. Empezando a promover una convocatoria lo más amplio posible para
construir un espacio político de centro izquierda, tratando de diluir ese
estigma que les quiere imponer la derecha como antimineros. Ese es el camino que desde nuestra modesta opinión
se debe recorrer. Es más seguro.
Así mismo, es necesario que la
izquierda empiece a ser representada por rostros nuevos, que obliguen la
jubilación de algunos dirigentes que ya no convocan y han perdido carisma y
liderazgo, aunque mantengan aparato y recursos financieros. Sin embargo la
presión social debe obligarles al cambio.
“¿Quién se pone el polo rojo?” parece ser la interrogante que
desafía la dignidad de los ciudadanos de izquierda. La tarea recién empieza a
implementarse y los retos son heroicos. La izquierda tiene una gran
responsabilidad histórica, al margen de los resultados en esta lucha electoral
y democrática que recién empieza.
Esperamos que las luchas
intestinas en los movimientos de la izquierda peruana no mellen las
expectativas que la mayoría de ciudadanos pobres tienen puestas en ella desde
hace más de tres décadas. Y exige su unidad orgánica y el levantamiento de una
sola plataforma de lucha, en las próximas elecciones presidenciales.
(*) Periodista. Analista político