Por: Julio Garazatúa Vela (*)
Actualmente
la situación política-social del Perú se
mueve alrededor de cuatro escenarios, relacionados entre sí, pero cada cual con
características propias: el deterioro progresivo de la “clase política”; la
corrupción generalizada que incluso ha copado las altas esferas del poder; la
inseguridad y la violencia incontrolable; y los “conflictos sociales” como
modalidad pública para hacerse escuchar y solucionar reclamos diversos.
Los
problemas que se desprenden de estos escenarios, han sensualizado la agenda del
gobierno, han desbordado el orden público y el Estado de Derecho, y han
deteriorado la ética y la moral pública. Algunos comentan que es una tendencia
propiciada por los cambios inesperados del tercer milenio, otros sostienen que son situaciones generadas
por la incapacidad de los gobiernos de turno, y los optimistas dicen que son
percepciones creadas por los “opinólogos” de siempre.
Ante
este panorama de confusión general y de desorden nacional, surgen algunas
interrogantes que exigen respuestas correctas, respuestas que siempre quedan en
el silencio cómplice y archivadas en el tiempo y el olvido, pero que es
necesario repetirlas constantemente, tales como: ¿Por qué la “clase política”
se deteriora cada vez más en cada proceso electoral?, ¿Por qué no tenemos
verdaderos partidos políticos, en lugar de “pseudos partidos”, “movimientos” y “agrupaciones”
improvisadas y temporales, que facilita las “candidaturas eternas” y la
permanencia de cúpulas enquistadas en los cargos de conducción partidaria; lo
que acrecienta la corrupción generalizada, la proliferación de “caudillos”,
“aventureros” políticos y “caciques” regionales?, ¿Por qué los proyectos de inversión tan
necesarios para el desarrollo nacional tienen tantas trabas burocráticas para su
ejecución?, ¿ Por qué los programas
asistenciales de bienestar son ineficientes y son focos de corrupción,
en lugar de ayudar a la población a salir de la pobreza extrema ?, ¿ Por qué la
juventud se rebela ante leyes que presuntamente benefician su futuro laboral?,
¿ Por qué mantenemos una frondosidad legal con leyes que nadie cumple, y
algunas imposible de cumplirlas?, etc. Con el tiempo llegué a comprender, que
la pregunta correcta suele ser más importante que la respuesta correcta a la
pregunta equivocada.
Al
parecer, el país enfrenta una convergencia de crisis que engrosa sus problemas
diarios: crisis de gobernabilidad, crisis del sistema social- familiar, crisis
del sistema de salud, crisis del sistema de seguridad y de justicia, crisis de
ética y moral nacional; y particularmente crisis del sistema político, que ha
perdido dirección y la confianza del pueblo.
Alvin
Toffler decía hace más de treinta años, que muchos países percibirán el impacto
simultáneo de las tres olas de cambio, completamente distintas (agraria,
industrialización y conocimiento), de velocidades diversas y con diferentes
grados de fuerza tras de sí. Al parecer, el Estado se encuentra afrontando el choque de esas tres
olas, que sobreviven en nuestro quehacer nacional, la consecuencia de ello es
lo que perturba y agita la vida interna del país.
En
el Perú, los gobiernos han demostrado siempre ineficiencia absoluta, ante los
problemas que la nueva situación del
mundo va planteando. Incluso los candidatos que se han mostrado como capaces de
hacer cambios innovadores, una vez en el poder, parecen petrificarse ante
cualquier sugerencia de que nuestra Constitución y las Instituciones Políticas necesitan ser revisadas y reestructuradas, y
prefieren mantener el Statu-quo y evitar
las reformas. Por ello, los resultados de las políticas y estrategias aplicadas
en los diversos sectores públicos, generalmente son erráticas y difíciles de
prever, porque nuestros gobiernos en toda su historia siempre han estado en
“shock”; no existe otra explicación para nuestro rezago en el desarrollo
nacional “inclusivo”, del cual siempre hablamos, continuamente lo proponemos,
pero nunca lo concretamos. Asimismo, los tecnócratas padecen de “obsesión
económica”; parten de la premisa de que todos los problemas, aún los no
económicos como lo social y psicoculturales, sólo pueden solucionarse con
medidas económicas, lo que genera situaciones políticas conflictivas.
Además, hace décadas que no tenemos en el
Congreso una “oposición política” organizada, ensamblada, que actúe como
contrapeso ante los gobiernos de turno y evite los excesos del poder; lo que hay es una “mixtura” de grupos
políticos con diferentes tintes ideológicos, cada cual oponiéndose a todo lo
que puedan, para mantener o negociar cuotas de poder; tal es así, que muchas
veces lo “importante” se subordina a lo “urgente” de acuerdo a las necesidades
partidarias que cada grupo tiene. Lo que demuestra que la denominada
“representatividad popular” del cual están investidos nuestros congresistas,
solamente es una figura electoral.
Actualmente,
es difícil confiar en nuestros gobernantes, en nuestras instituciones públicas,
en nuestros candidatos, para que nos den respuestas correctas a nuestras
inquietudes, y a los cambios que exigen las vicisitudes del tercer milenio. Pero lo más grave es, que
la sensación de que la política es un engaño y de que no hay forma de limpiarla
de prácticas indebidas, se propague en nuestra población, y profundicen los conflictos sociales.
Jorge
Abelardo Ramos uno de los políticos Argentinos más influyentes del siglo XX,
decía: “América Latina necesita unirse para no degradarse. No es el progreso
del capitalismo, lo que exige la unidad de nuestros Estados, sino la crisis
profunda y el agotamiento de la condición semi-colonial que padecemos”.
Creo
que es el momento de realizar una autocritica severa, una revisión total de
nuestra actuación como Estado, como gobierno y como sociedad organizada, un
examen de conciencia pública, para consolidar nuestros aciertos y desnudar
nuestros errores, para decidir con
madurez política ¿a dónde queremos ir?, y reorientar nuestros esfuerzos hacia
el camino elegido.
Sólo
analizando la historia social de nuestro pueblo, podremos comprender el
presente y vislumbrar con esperanzas el futuro.
(*) Crnel (r) PNP.
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