Por: Enrique Soto (*)
El Banco Mundial acaba de
pronosticar que el Perú será uno de los países que liderarán el crecimiento de
Latinoamérica en el 2013, con un PBI de 5.8%. Situación que debe generarnos
contento, ya que nos pone por encima de la tendencia de crecimiento económico
de Brasil con un 3.4%, México con 3.3%, Chile 5.1%, Colombia 3.8% y Argentina
3.4%. Es más como si fuera poco lo anunciado, el Fondo Monetario Internacional,
ha señalado a nuestro país como el de mayor expansión en América con un 6.2% de
crecimiento para el año que acaba de concluir. Y para cerrar con broche de oro “el
milagro económico peruano” el ministro de Economía y Finanzas Luis Miguel
Castilla, es destacado ocupando el primer lugar en el ranking de Mejores
Ministros de Finanzas de América Latina que ha elaborado la prestigiosa revista
América Economía, superando a sus homólogos de Chile y Colombia, que se
ubicaron en el segundo y tercer lugar respectivamente.
Sin embargo, el éxito económico
que vive el Perú, a partir de sus indicadores referenciales macroeconómicos, no
va de la mano con el éxito político y la consolidación de la democracia. ¿Por
qué sucede esto? ¿Qué pasa en el ámbito social para que el boom económico no se
vea reflejado en mejores condiciones de vida? ¿Por qué la democracia sigue
siendo endeble, inestable y precaria? ¿Por qué los partidos políticos no dan
signos de vida organizada y sus políticos tienen actitudes mediocres,
antidemocráticas y corruptas que promueven el desprecio de la colectividad?
¿Por qué las instituciones gubernamentales más representativas están en
constante deterioro e inestabilidad? , constituyen algunas preguntas que el
ciudadano se formula ante una coyuntura de crisis política, moral y de
deterioro social. Según las encuestas realizadas, la gente de a pie, no cree
mayoritariamente en los partidos, en los políticos, ni en las instituciones
gubernamentales, porque consideran que nos sirven para resolverles sus
problemas. Razones no les faltan. Hace poco el Congreso de la República, hizo
un papelón mediático, queriéndose aprovechar en beneficio propio de los
ingentes recursos públicos, duplicándose el sueldo, tuvieron que retroceder de
manera vergonzante ante la avalancha popular, sin embargo, esta obligada
corrección no los resarce de su indigna decisión. Para muestra un botón, la
abuelita de la Vicepresidenta de la República, Marisol Espinoza, es
beneficiaria del Programa pensión 65,
cobrando como persona indigente. Asimismo, se detecta que un congresista manda
a uno de sus colaboradores que le paga el estado, para que cuide a su anciana
madre. Por estas actitudes, las instituciones representativas del estado
peruano, los partidos políticos y los propios políticos están atravesando una
de sus peores crisis. Situación que necesita ser encarada con un proceso de
profundas reformas que modifique
radicalmente este estado.
En medio de este caos de nada
sirve que tengamos éxito económico, ya que este será momentáneo e insostenible.
Por lo que es necesario, tener coraje y valentía y agarrar al rábano por las
hojas y hacer: La Gran Transformación con justicia social. Refundando la
República garantizaremos el desarrollo y crecimiento económico con
sostenibilidad.
"Carecemos de una clase
política concientizada en sólidos y profundos ideales. Más bien se ha caído en
el pragmatismo. ¡Qué me das! ¡Cuánto te doy!, parece que esto fuera el fin de
las ideologías".
Partamos del hecho que el
Congreso de la República está quebrado, política y moralmente y es deber
ciudadano reformarlo de manera profunda y radical. Y eso solamente es posible
convocando a una Asamblea Constituyente, que permita fortalecer la democracia y
este primer poder del estado, devolviéndole su majestad e investidura restableciendo las dos Cámaras: de diputados y senadores. De esa forma el
quehacer político volverá a su cauce.
Asimismo, es necesaria la
restructuración de los partidos políticos. Esta actitud no va a provenir de los
jerarcas, sino del torrente social organizado, el cual debe ser impulsado por
los jóvenes, ya que ellos son los que poseen el ímpetu y la transparencia para
realizar la gran transformación social
que el país necesita.
La función de los partidos
políticos debe ser permanente y sus estructuras deben estar orientadas a la
eficiencia, consolidación de la democracia y desburocratización, dejando de ser
únicamente operativos y funcionales solamente en épocas electorales en donde
los beneficiarios son los improvisados y oportunistas. Es preciso dotar de una
connotación verdadera al rol social y político de los partidos, cuya esencia es
la de un pequeño estado, dentro de otro más representativo como es la nación.
Soy un convencido que esta tarea
será realizada por la juventud, quienes ya empezaron la gran obra. Un grupo de
jóvenes políticos de diferentes partidos se han organizado en un gran frente
social denominado Waynakuna, Foro de Juventudes, con el propósito de enfrentar
política e ideológicamente al Movimiento por la Amnistía y los Derechos
Fundamentales (MOVADEF), que, según ellos, representa la reivindicación de un
pasado lleno de terror, que de ninguna manera puede resurgir. Promoviendo una
campaña: “Perú contra el terrorismo”. Esta tarea que apunta al fortalecimiento
de la democracia y a la consolidación de la institucionalidad, ningún partido
se atrevía a fomentarlo, tuvo que nacer de abajo, de los jóvenes, quienes, sin
ningún apoyo económico sostenido, se lanzaron al ruedo.
Carecemos de una clase política
concientizada en sólidos y profundos ideales. Más bien se ha caído en el
pragmatismo. ¡Que me das! ¡Cuánto te doy!, parece que esto fuera el fin de las
ideologías. Adiós al pensamiento, adiós a la teoría, todo es praxis. Algo
totalmente descabellado, ya que la teoría y la práctica, el pensamiento y la
acción existen al margen de nuestra conciencia individual. Toda estructura
tiene una supra estructura que interactúa en un orden dialéctico. Por ello,
para que los partidos sean fuertes es necesario construirles una sólida supra estructura,
es decir una fuerte ideología que sintetice el accionar político y le dé mística, valor, orgullo y dignidad al militante. Sin ideología el partido está
totalmente debilitado y el rumbo a seguir no es claro, por tanto, se extraviará
en el quehacer político. Esta ideología no es producida por unos cuantos
iluminados, sino que nace, crece y se desarrolla al calor de las luchas
sociales que día a día se realizan.
El partido político tiene que
tener una misión y visión de país. Debe estar
claro hacia dónde tenemos que ir para alcanzar el progreso, el desarrollo y el
bienestar social, para ello los militantes deben prepararse permanentemente, sólo
así evitaremos tener gobernantes improvisados, políticos oportunistas y
corruptos, única herramienta para garantizar el desarrollo sostenido del país.
(*)Periodista
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