Por: Enrique Soto (*)
Luego de haber superado
con mucha habilidad y destreza –instalando una mesa de diálogo- el ministro del Ambiente, Manuel Pulgar Vidal, en representación del gobierno central, el
conflicto minero suscitado en la provincia de Espinar, en el Cusco, donde opera
la empresa Xstrata-Tintaya, ahora queda por resolver el espinoso y polémico
conflicto ambiental existente en la región Cajamarca con el Proyecto Conga.
Después de seis meses de
dimes y diretes, el conflicto minero-medio ambiental, suscitado en la región
Cajamarca, sobre la realización o no del mega proyecto Conga, parece ingresar a
su etapa final de decisiones definitivas.
Tengamos en cuenta que
Conga es un proyecto minero de inversión gigantesca que bordea los 5 mil
millones de dólares, con las nuevas condiciones que el gobierno le ha impuesto
en base a las recomendaciones del peritaje internacional que se mandó a
realizar al Estudio de Impacto Ambiental (EIA), aprobado por el gobierno
aprista el 2010.
Lo importante es que la
empresa Newmont ha expresado a través de una nota de prensa, aceptar las
recomendaciones del peritaje, así como las nuevas exigencias gubernamentales,
en clara señal de la intención de concretar la inversión.
Sin embargo, las
autoridades regionales, con su presidente Gregorio Santos se mantienen en sus
trece. Con su tajante y radical posición “Conga no va” “El proyecto no es
viable”. Esta posición la sostiene y la defiende con un radical extremo, al
haberse iniciado desde hace 25 días un paro regional indefinido, con
movilizaciones y enfrentamientos constantes con la policía. Situación que se ha
agudizado en los últimos días con la implementación de una huelga de hambre, a
la que se han sumado algunos altos dirigentes y comuneros. Esto incluye que más
de 300 ronderos custodien las lagunas e impidan reinicio de las actividades
económicas de la empresa Yanacocha, provocando ingentes pérdidas diarias a
pequeños y medianos empresarios que mayormente viven del turismo.
Esta situación de
conflicto social es alarmante y lo que es peor a nadie beneficia, ni al
gobierno central, ni a la comunidad cajamarquina. Es decir, en la actual
coyuntura todos perdemos. Por lo que es necesario y urgente hacer algo para
superar esta tensión. Y la única salida que se tiene en democracia es el
diálogo. Por lo que se tiene que insistir en ello hasta que la situación se
resuelva. Sin autoritarismo de ninguna de las partes ni el uso de la fuerza,
que desencadenaría en una espiral de emergencia. No queremos mas baguazos. Y
ello solo lo conseguiremos actuando con tino, prudencia y sabiduría. Siendo
flexibles y viendo que es lo mejor para el desarrollo de nuestros pueblos, sin
priorizar posturas partidarias e intereses particulares. Busquemos el punto
medio. Es decir, el equilibrio aristotélico.
Para que el diálogo sea
fructífero, y no de sordos, tenemos que empezar por reafirmar la confianza,
palabra mágica en la interrelación social: CONFIANZA. Si no existe confianza el
diálogo no caminará.
Debemos creer en las
palabras del presidente, en torno a este tema, y ser los primeros
fiscalizadores en su implementación. “Primero el agua, esa es la condición. Mi
gobierno no permitirá ningún proyecto que exponga a la población al
desabastecimiento del agua”, ha dicho en su último mensaje a la nación, en donde
responde a la actitud positiva de inversión que tiene la empresa minera
Newmont, con respecto al proyecto Conga, señalando claramente que “el gobierno
promueve la inversión con reglas claras y el nuevo enfoque busca aprovechar los
recursos naturales, gestión del territorio y uso racional del agua”. Asimismo,
aprobando que “Conga va” señala que no se puede exponer al Perú al
incumplimiento del estado de derecho, ya que hacer esto causaría un enorme daño
a todos los peruanos. Esta última declaración presidencial ha polarizado la
situación. Y ha tensionado a las partes. Esto debe ser superado con la búsqueda
del diálogo de manera incansable.
Además, es necesario
resaltar la manifestación del gobierno central de crear una comisión
multisectorial para fijar “una nueva ruta hacia la convivencia pacífica entre
la protección del medio ambiente y la minería”.
Consideramos que lo que se
ha iniciado en Espinar, es de gran importancia, instalando una mesa de diálogo
con una presidencia colegiada, donde participan el alcalde Oscar Mollohuanca,
el presidente regional del Cusco y el ministro del Ambiente Manuel Pulgar
Vidal, así como la instalación de tres mesas de trabajo sobre responsabilidad
social, desarrollo de la provincia e impactos ambientales. Corrigiendo a tiempo
la torpeza de encarcelar al alcalde, levantando rápidamente el estado de
emergencia y esperando que también rápidamente liberen las cuentas del
municipio, actuando diligentemente el Sector Economía y el Poder Judicial. Es
resaltante la integración a esta mesa, de la empresa Xstrata-Tintaya. Cerrando
el circuito.
Teniendo como antecedente
positivo la pacificación de Espinar, debemos volver los ojos sobre Cajamarca,
reconociendo el trabajo prudente realizado por el ministro del Ambiente, quien
ha dado muestras de ser un operador político, mas que técnico, con un manejo
acertado de la situación. En tal sentido, se le debe encargar nuevamente la
restitución del diálogo con las autoridades de esa región, ya que al primer
ministro no es bien visto y además no posee el carisma, ni la habilidad
política para llevar esta controversia a buen puerto. Los celos deben ser
dejados de lado, para dar prioridad a la solución de los problemas.
El diálogo debe estar
enmarcado en darle al conflicto una solución de carácter político e integral y
no simplemente técnico. Exacerbar la controversia sería fatal para Cajamarca y
el país. Ambas partes tienen que ceder y ser flexibles. El presidente Ollanta
Humala debe actuar con suma cautela sin avivar los ánimos como lo viene haciendo
un sector de la prensa, acusando que el problema de Cajamarca es producto de un
puñado de revoltosos izquierdistas frustrados, que pretenden desestabilizar al
gobierno. Gregorio Santos no está en capacidad para desestabilizar la
democracia, y en esto compartimos la opinión de Steven Levitsky: “No estamos en
1990. No hay guerra en el Perú…los manifestantes en Cajamarca o Espinar pueden ser radicales, anti mineros y oportunistas. Pero no son terroristas. Y no constituyen ninguna
amenaza al Estado o a la democracia” (diario La República 10.06.2012).
(*)
Periodista
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