Por:
Enrique Soto (*)
¿Las escaramuzas y
enfrentamientos entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo han concluido?
¿El asunto de conflicto quedó resuelto con la aprobación del pedido de confianza
solicitado por el Presidente del Consejo de Ministros? o ¿Algo desesperanzador
se cocina al interior del Parlamento, promovido por la mayoría
apra-fujimorista, para fin de la legislatura?
Entendamos de una vez por
todas, partiendo de la realidad. Fuerza Popular y el aprismo, no desean
reformar sustancialmente el Estado, porque los cambios a realizar atentarían
contra sus intereses, y más aún en una coyuntura de alta vulnerabilidad (por la
situación de corrupción), que comprometería definitivamente su existencia, en
el quehacer político nacional, haciéndolos desaparecer. En tal sentido –sin
decirlo- ellos pretenden pelear hasta que el agua les llegue a las narices.
Situación muy delicada para la estabilidad democrática y de gobierno del país.
Por ello, todos debemos
estar preparados para lo que pueda suceder al final de esta legislatura. Es
decir, en las próximas semanas. Ya parece muy difícil que el Congreso cumpla con
la aprobación –sin modificar su esencia- los seis proyectos de reforma
constitucional, que el Ejecutivo le ha enviado, y lo haga en el plazo señalado
(antes de terminar esta legislatura).
Para ese entonces, el
Presidente Vizcarra, debe estar claro en lo que va hacer –con mano firme-, si
el Congreso no cumple con el compromiso ofrecido, no le queda otra cosa que,
aplicar la Constitución, y disolver el Parlamento, convocando a nuevas
elecciones, para que culminen el
periodo. En ese extremo todos habremos perdido, pero no hay otra salida, desde
mi modesta opinión, si queremos mantener el principio de autoridad, apuntalar y
hacer respetar los principios democráticos.
El estado de derecho, tal
y como está no da para más, se necesita urgente, renovar el andamiaje,
implementando inicialmente, estas reformas ofrecidas por el Ejecutivo, si en
verdad queremos, cambiar y renovar el
modo de hacer política, y combatir la corrupción. De lo contrario estaríamos
arando en el mar, ya que sin las herramientas jurídicas adecuadas es imposible
combatir el bandolerismo político, que ha festinado, en las últimas décadas,
con el erario nacional.
Ha llegado el momento de
parar este pandillaje político. Y es tarea del presidente Vizcarra hacerlo, si
desea trascender, de lo contrario pasará a la historia como un cómplice mas,
que conversa, dialoga, negocia y se acomoda nefastamente en esta danza funesta.
Esto no significa que el
diálogo se agotó, que llegó el fin de la conversación. Conversar y dialogar son
actitudes democráticas, pero de manera transparente, de cara al pueblo, que
escuche y vea lo que su gobierno hace.
Es que la situación en el
país en los últimos 25 años, con todos los presidentes comprometidos en actos
de corrupción, con excepción de Valentín Paniagua, se ha vuelto sumamente
delicada e inestable, que impide seguir desarrollándonos y crecer
económicamente, ahuyentando la inversión privada, que golpea la promoción del
empleo y genera mas pobreza. Esto tiene que cambiar.
Por ello, algunos sectores
políticos, que ven con más profundidad los cambios estructurales del estado
peruano, plantean –con razón- una Nueva Constitución. Que se convoque a una
Asamblea Constituyente para Refundar la República. Ya estamos a dos años para
celebrar el Bicentenario de la Independencia. Y todavía seguimos inmersos en
problemas profundos que impiden nuestro desarrollo y la consolidación de la
República. Por eso decimos: ¡Al toro por las astas! Y paremos este pillaje.
¡Caiga quien caiga!
(*) Periodista
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