Por: Enrique Soto (*)
El año 2000, finalizando
el siglo XX, cayó la dictadura fujimontesinista, una de las más oprobiosas y
corruptas que hemos tenido a lo largo de cerca de dos centurias de vida
republicana. Desde ese entonces, han transcurrido 15 años de vida democrática
ininterrumpida, tres gobiernos elegidos democráticamente, se han alternado en
la conducción política del país. Y estamos, a pocos meses, de elegir, los
ciudadanos peruanos, acudiendo a las urnas, al cuarto gobierno, que
administrará el país hasta la celebración del Bicentenario de la Independencia:
2021. Este periodo democrático, que le costó al pueblo peruano sangre, sudor y lágrimas,
como diría el gran Winston Churchill, debe ser fortalecido e
institucionalizado, visto como una proeza ciudadana que desea siempre vivir
políticamente en Libertad y Democracia.
Teniendo en consideración
la experiencia vivida en estos últimos 15 años en el quehacer político
nacional, trataremos, en estas líneas, de hacer una reflexión profunda, de los
sucesos acontecidos en ese periodo, partiendo del análisis de lo que hicieron
y/o dejaron de hacer los tres gobiernos de turno, por afirmar y promover el
desarrollo nacional.
CON TOLEDO SE REINICIA EL PERIODO DEMOCRÁTICO
Alejandro Toledo, electo
democráticamente, en su condición de Presidente Constitucional de la República,
inauguró este nuevo proceso(2001- 2006); seguido de Alan García, que por
segunda vez, volvió a ocupar la más alta magistratura del Estado (2006- 2011);
finalmente, cerró estos 15 años de vida institucional democrática en el país, Ollanta
Humala, cuya gestión, al frente de la nación, está a seis escasos meses de
finalizar( 2011-2016), transfiriendo de ese modo el mando, el próximo 28 de
julio del 2016, al nuevo mandatario que saldrá elegido en los próximos
comicios.
Después de haberse
desmontado- aunque no en su totalidad, quedando algunos remanentes- la mafia
fujimontesinista, que logró corromper a todo el Estado, y haber dejado casi vacía
la Caja Fiscal, Valentín Paniagua, que presidió brevemente un gobierno de transición,
instaló al primer gobierno democrático de este periodo, presidido por Alejandro
Toledo, quien de manera inmediata tomó las riendas de la continuidad de la
gestión política del país, desde el Estado. En esa perspectiva, hay que tener
en consideración que ese gobierno en sus primeros años tuvo todo el apoyo del
pueblo peruano, ya que se provenía de una dictadura violenta y corrupta que
había carcomido los cimientos de las instituciones, ubicándolas al borde del
colapso, como la Fuerzas Armadas y Policía Nacional en su conjunto, así como el
Poder Judicial y el Ministerio Público, principalmente, instituciones que hasta
el día de hoy no pueden reponerse de tan gigantesca y profunda corrupción
instalada. En ese escenario, de crisis moral vivida al interior de país, el
gobierno de Toledo, tuvo su fundamento, para administrar relativamente bien el
país, en los vientos económicos y financieros internacionales que soplaron, con
mucha fuerza a su favor. Es decir, a favor del Perú. Factores externos, de mucha
valía que impactaron poderosamente, y de manera directa en la economía peruana.
Tal es así que jugó un papel importante, la crecida en el mercado internacional
de los precios de los metales por esos años, teniendo en cuenta que somos un
país primario exportador, principalmente de minerales, porque somos el tercer
país, en el mundo, productor de cobre y el quinto productor de oro. Por otra
parte, tuvo que ver, en la estabilidad económica del gobierno de Toledo, la
euforia del crecimiento chino, convertido en nuestro principal socio comercial,
así como la moderada política monetaria norteamericana. Estos factores fueron fundamentales,
para darle estabilidad a la economía de nuestro país en los comienzos de este
periodo democrático. Tal es así que, Waldo Mendoza, investigador del Departamento
de Economía de la PUCP, sostiene de manera metafórica que: “Cuando Toledo ingresó, sus piedras valían aproximadamente 40. Cuando
se fue, estaban en 90. De la nada, valían más. Es cierto que la producción de
piedras aumentó en 50%, pero el precio de las mismas más que se duplicó” (Poder/12
/15). En este periodo se dio inicio al crecimiento de la economía en nuestro
país de manera boyante, que duró alrededor de una década, donde la economía
peruana empieza a liderar el crecimiento en la región. La riqueza del país creció un
promedio de 6% anual entre el 2003 y 2013 (la mayor tasa de Sudamérica). Una inflación que no superaba el rango meta
de 3%, la más baja de América Latina. Esto permitió un crecimiento continuo de
la inversión privada, alentada por la baja tasa de interés en el mercado
financiero internacional, el flujo de capitales nos llegó como un chorro, además
de la seguridad jurídica que estos tenían promovió que se instalara en nuestro país,
ya que la Constitución Política de 1993, que no fue modificada estimulaba la
subsidiaridad del Estado en la actividad empresarial, establecía la existencia
de contratos-ley que solo podían ser modificados por acuerdo de las partes, y
hubo un trato igualitario, sin distinción, entre empresas extranjeras y
nacionales. En ese contexto, en el gobierno de Toledo se impulsaron dos
reformas de carácter económico importante, siendo una de ellas, acabar con el
régimen de la cedula viva, a través de la cual los trabajadores del sector
publico podían recibir una pensión correspondiente a su último sueldo, además
ajustado a los incrementos que dicho cargo ocupado pudiera recibir en el
futuro. En sí era un privilegio insostenible que gozaba un sector de
trabajadores, afectando a la gran masa laboral. El segundo, fue la negociación de
famoso Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, con una oposición
significativa por vastos sectores de la izquierda principalmente, que veían la
apertura de mercado como una amenaza para los intereses económicos nacionales.
Sin embargo, esta se impuso, y permitió la celebración de nuevos tratados con
otros países. Así mismo, se mejoró sustancialmente la política monetaria del
Banco Central de Reserva (BCR), que estableció un esquema de metas de
inflación.
Por otro lado, podemos
sostener que, en este proceso de recuperación de la democracia, iniciado con la
gestión de Toledo, no se continuó, con desmontar todo el “andamiaje” de las
redes instaladas por la mafia fujimontesinista, iniciado por el gobierno de
transición presidido por Valentín Paniagua que, si hizo un esfuerzo denodado
por acabar con esta lacra, pero la brevedad del tiempo no le permitió desparecerlo.
En tal sentido, era necesario realizar una profunda reforma en las
instituciones más afectadas, como el Poder Judicial, las FFAA y la Policía
Nacional, que hoy estamos sufriendo las consecuencias de ese rebrote. Asimismo,
no se hizo justica, que hasta ahora esperan, los afectados por la guerra sucia
promovida por el Estado, en el periodo de la dictadura, claramente lo
establecido por la investigación profunda que realizó la Comisión de la Verdad
y Reconciliación Nacional (CVR). Sin embargo, los familiares de las victimas hasta
hoy siguen clamando justicia. Toledo tuvo la oportunidad de honrar la dignidad
nacional, y concluir victorioso su lucha iniciada contra la tiranía, pero no lo
hizo. Terminada su gestión tuvo que cederle el mando a Alan García Pérez, quien,
por segunda vez, en el 2006 asume la conducción del Estado peruano.
EL APRA POR SEGUNDA VEZ TOMA LAS RIENDAS DEL
PODER
El gobierno aprista,
inició su gestión en un periodo de abundancia, con vientos internacionales a su
favor (con excepción de la crisis financiera internacional del 2008-2009). Esto
le permitió hacer un gobierno positivo, desde el punto de vista macroeconómico,
reivindicándose de esta manera del mal gobierno, por no decir pésimo, que realizó
en su primera gestión, donde la inflación, fue la más alta del mundo, llegando
a tocar fondo de inestabilidad económica. El Perú estuvo arruinado. En este
segundo gobierno las cosas fueron distintas, y el crecimiento económico
continuo enalteció su gestión. En tal sentido, su ministro de economía Luis
Carranza, sostiene enfáticamente: “Entre
el 2006 y 2011, la inversión privada creció con un promedio anual mayor a 15%, y
la inversión pública creció cerca del 16%”. Más adelante, explica que el
gobierno aprista recibió una PBI de 80 mil millones de dólares en el 2006, y se
transfirió al termino de nuestra gestión en el 2011 un PBI de 180 mil millones
de dólares (El Comercio 4/4/15). En otro momento, de la extensa conversación que
sostiene con la periodista Mariella Balbi, Carranza, sostiene que “la pobreza pasó del 50% el 2006, a 27,8% el
2011.Una reducción exitosa”. Sin embargo, “la recuperación del Perú en el 2010 (después del bajón del PBI, que
registró el país el 2009, como resultado de la crisis internacional) no fue
consecuencia de la gestión de Alan García. Lo que pasó es que China se recuperó
rápidamente”.
No se puede negar que la
coyuntura internacional, de precios elevados de los commodities, favoreció
enormemente la gestión aprista, generando un positivo desarrollo
macroeconómico, pero tampoco se puede obviar que en este periodo se alentó la
inversión privada, se impulsó la inversión pública, dándose facilidades a las
empresas mineras para la extracción de minerales, que eran de gran demanda en
el mercado internacional. Esta promoción del sector minero impulsó
definitivamente el crecimiento de PBI, que creció más del 100%. Sin embargo, no
se puede dejar de mencionar que la conflictividad social se disparó durante el
segundo gobierno aprista. En el 2010, la Defensoría del Pueblo registró 246
casos, muchos asociados a actividades extractivas.
Por otro lado, debemos señalar
que al igual que el régimen anterior, este no le puso fuerza a una política de
profundas reformas estructurales, que el país hasta ahora demanda, para acabar
con la corrupción, la inseguridad ciudadana y las desigualdades sociales y
económicas que mellan la calidad de vida de la población. No se implementó un
política adecuada y eficiente para acabar con los remanentes de las redes
mafiosas fujimontesinistas que operan al interior de las instituciones del
Estado, por eso se habla hoy en día de una corrupción institucionalizada, que
se mueve, con eficiencia al interior de gobierno central, de los gobiernos
regionales y locales, sin que nadie los pueda parar. El Poder Judicial no hace
nada para Lograr contener esta avalancha, menos la Contraloría ni el Ministerio
Público. Ni que se diga de la Policía Nacional. Por lo que es necesario
realizar una reforma profunda y radical en estas instituciones.
Por otra parte, es
necesario resaltar que durante el gobierno de Alan García se amplió la
infraestructura, base del desarrollo, con
la construcción de grandes hospitales y la creación de colegios emblemáticos, con
infraestructura moderna, con tecnología de punta. Asimismo, destacan en este
periodo, las Carreteras Interoceánicas (IIRSA Norte y cinco tramos en el
Sur), el Muelle Sur, los aeropuertos regionales del norte y del sur
(cofinanciados), el muelle Norte Callao, el Puerto de Paita y el Puerto de
Yurimaguas.
OLLANTA HUMALA ASUME LA CONDUCCIÓN DEL ESTADO
Lo que hay que destacar en
estos 15 años de actividad política nacional es la continuidad de la democracia,
con la alternancia de partidos políticos en el Poder, administrando y
conduciendo los destinos del país, por un periodo de cinco años, que luego es
reemplazado por otro, a través de un proceso electoral, donde el ciudadano
emite su voto. Siguiendo este proceso, el 2011, se eligió en las urnas, en
segunda vuelta, a Ollanta Humala, candidato del Partido Nacionalista, como
nuevo Presidente Constitucional de la República, tomando, el 28 de julio, día
de nuestra Independencia, las riendas de la conducción política de nuestro
país. El balance de su gobierno, a escasos 6 meses de culminar su gestión es
bastante polémico, ya que los objetivos políticos y económicos neurálgicos que ofreció
en campaña a la ciudadanía no se cumplieron, por lo que el pueblo peruano se
siente estafado.
Ollanta Humala, como
representante del Partido Nacionalista Peruano, llevó adelante una campaña, para
ser elegido Presidente de la República, levantando un programa que llevaba como
título “La Gran Transformación”, a través del cual había logrado confluir una
gran coalición, que expresaba un sentimiento político de centro-izquierda. Sectores
de todas las tendencias políticas progresistas lo apoyaban, creyendo –como debe
ser- en la propuesta. Sin embargo, por razones tácticas, para que gane en
segunda vuelta, así fue lo acordado –según manifiestan sus partidarios- se cambió
la propuesta inicial por una nueva, denominada: La Hoja de Ruta, pero sin
perder la esencia de la gran trasformación. Es decir, el gran cambio que el Perú
necesita. Pero lo que sucedió, una vez elegido, es el total abandono a la
propuesta original, y a las fuerzas sociales que lo llevaron al Poder. Haciendo
alianza con el gran capital, y con la fuerzas económicas y financieras que
dominan el mercado.
El nacionalismo, recibió
un país en bonanza, se favoreció, en sus dos primeros años, del crecimiento
continuo de la década del boom económico, debido- como ya se ha manifestado-a
los altos precios de los metales, a la gran demanda de estos productos en el
mercado internacional, principalmente China. A la baja tasa de interés de los
capitales en el mercado financiero mundial, promovido por la política monetaria
norteamericana. Esto hizo que el nuevo gobierno, recién instalado, se moviera
sin mayores obstáculos en “piloto automático”.
Nada hacía presagiar que la situación internacional cambiaría radicalmente, y
su falta de visión no permitió adelantarse a los hechos, tratando de amenguar
lo que se podría venir en un nuevo escenario, teniendo en consideración el
sentido común que nada es eterno, ni para siempre. En este nuevo escenario que
se inició a mediados del 2013 aproximadamente, el gobierno de Humala se sintió
arrinconado y contra la pared: El boom económico, de los precios altos y la
gran demanda de nuestros minerales en el mercado internacional había terminado.
Se dio inicio a un proceso de desaceleración económica, que frenó en seco
nuestro crecimiento, a duras penas en el 2014 logramos que nuestro PBI crezca
en 2,4%. El 2015, crecimos aproximadamente 2,8% del PBI, cuando a comienzos del
año el MEF y el BCR, proyectaba un crecimiento optimista entre 4 y 5%. En el
tercer trimestre de año pasado, empezaron a vaticinar que el repunte económico
se vendría en el último trimestre. Sin embargo, esto no ha sucedido, y todas
las medidas de carácter económico adoptadas por el gobierno de manera tardía, a
lo largo del año, han sido un rotundo fracaso. Esta situación alarmante ha
contraído el consumo, así como ha golpeado el empleo, ya que la inversión
privada ha retrocedido estrepitosamente, y la inversión pública no ha sido lo
suficientemente abultada, como para poder paliar este enfriamiento. Esto se ve
acentuado con el inicio de un proceso electoral, donde los agentes económicos
están en la expectativa que quien será el nuevo presidente de la república que
tomará las riendas del país, generando incertidumbre. Es más, ha habido una
corrida de capitales de inversión en la medida que la Reserva Federal
norteamericana ha incrementado sus tasas de interés, por lo que el BCR se ha
visto en la necesidad de hacer lo mismo, incrementando la tasa de referencia, para
de alguna forma defendernos de la arremetida del mercado internacional. Pero,
esta medida aislada no es suficiente para salir de este estancamiento.
El gobierno de Humala, ha
perdido una gran oportunidad para afirmar las bases del desarrollo del país. Estuvo
en condiciones materiales, cuando asumió el cargo, de asegurar la continuidad
del crecimiento, sin embargo, por falta de experiencia y habilidad técnica no
lo hizo, cayendo en una desaceleración continua que amenaza quitarnos todo lo
que hemos ganado en el periodo de bonanza. Tengamos en consideración que el
gobierno nacionalista recibe un PBI de 180 mil millones de dólares, cuando este
estaba hace diez años en alrededor de 50 mil millones de dólares. Asimismo,
recibe las Reservas Internacionales Netas (RIN), en aproximadamente 60 mil
millones de dólares, cuando estas estaban hace diez años en 15 mil millones de
dólares, además, encuentra un Fondo de Estabilización Fiscal, creado en
1999,con un monto aproximado de 10 mil millones de dólares, sin contar que los
dos primeros años, de su gestión, sin mover un dedo, sino debido a los buenos
vientos internacionales, registró un superávit en su administración que ascendió
a 4 mil millones de dólares. Es decir, dinero suficiente para lanzar un Plan Económico
agresivo y audaz que hubiera impedido que nuestra economía cayera en este
enfriamiento, sin embargo, no lo hizo. Solo se limitó a implementar medidas tímidas,
de manera tardía (le faltaron reflejos), que finalmente no dieron buenos
resultados. Por lo que consideramos que el nuevo gobierno que asuma la conducción
del país el próximo 28 de julio, tendrá como primer reto reactivar la economía
nacional, sacándonos de este vil enfriamiento.
Por otro lado, sostenemos
que este gobierno nacionalista, que está a escasos seis meses de culminar su
gestión, perdió una gran oportunidad para afirmar las bases del desarrollo del
país, por que habiendo tenido los recursos necesarios para crear y modernizar la
infraestructura en el país no lo haya hecho, principalmente las vías de
comunicación terrestre, para unir adecuadamente todo el país. Ya se debió haber
terminado en todos sus tramos la Carretera Marginal de la Sierra; así como ya
se debió haber resuelto, de manera efectiva, la comunicación con la Región
Central, corredor estratégico de ingreso y salida desde Lima, dejando de
padecer feroces entrampamientos, para
ello es urgente la construcción, en esa parte del país del Túnel Transandino. Además,
se debe notificar el retraso que existe en la obra de la Línea 2 del Metro. Como
la lentitud para ampliar y modernizar, para hacerlo más competitivo en el
mercado global, el Aeropuerto Internacional “Jorge Chávez”. Esta situación, nos
genera pérdidas económicas y nos resta competitividad en el mercado mundial. Tengamos
en cuenta que tenemos un retraso en infraestructura de más de dos décadas, por
un valor aproximado que sobrepasa los 100 mil millones de dólares. Así mismo,
no se hizo nada importante, en la construcción de hospitales, para mejorar la
atención de salud, como tampoco se mejoró sustancialmente la infraestructura
escolar, con la construcción de nuevos colegios. Hay que tener siempre
presente, para superar esta situación, que nuestro país ocupa los últimos
puestos en los rankings internacionales en calidad de educación y salud.
En tal sentido, se corrobora,
que la carencia de infraestructura en el país sigue siendo elevada, lo que
limita el crecimiento y la competitividad, como ya se ha mencionado. En ese
sentido, el informe Plan Nacional de Infraestructura 2016-2025, elaborado por
la Asociación para el Fomento de la Infraestructura Nacional (AFIN), muestra
que la infraestructura alcanza la cifra de US$ 159.549 millones. Para cerrarla,
dice la publicación, se debería invertir un promedio anual correspondiente al
8,27% del PBI entre el 2016 y el 2025. Gonzalo Prialé, presidente de dicho
gremio, ha sostenido en repetidas ocasiones que, para conseguir este objetivo,
el Perú tendría que endeudarse. (Revista Poder /12 /15).
“LA VOZ DEL PUEBLO, ES LA VOZ DE DIOS”
Finalmente, queremos
manifestar nuestro profundo respeto al Sistema Político Democrático que estamos
viviendo, que nos permite expresarnos libremente, dejando circular nuestras
ideas, en un debate permanente, abierto y alturado, cosa que no sucede en una
dictadura como la que hemos padecido hace 15 años, y que nos puso en vilo
durante una década. Esto ha significado que la actividad política, en este
periodo, haya mejorado en su forma, mas no en su contenido, debido al alto
grado de corrupción, que padecen los partidos y las organizaciones políticas, heredadas
de la dictadura fujimontesinista, que fue audaz en la implementación de una mafia gigantesca, cuyos
tentáculos alcanzaron introducirse en los más recónditos espacios del Estado, corrompiéndolo,
y corroyendo sus estructuras. Esa escuela de podredumbre persiste hasta hoy, por
lo que el nuevo gobierno que se encargue de conducir los destinos de nuestra
patria en el próximo quinquenio, debe tener las agallas suficientes para
desmantelar esta estructura de latrocinio.
En tal sentido, sostenemos
que a pesar que la democracia ha dignificado la participación ciudadana, dándonos
voz y voto en los procesos electorales, la actividad política partidaria sigue
envilecida. Por ello, la decadencia y la crisis política que se está
padeciendo. Los ciudadanos mayoritariamente, ya no creen en los políticos
tradicionales, siendo presionados a renunciar y salir de escena, para dar paso
a una remoción con nuevas generaciones. En esta dirección es necesario promover
las reformas políticas electorales, para democratizar los partidos, obligándolos
a ser más eficientes y transparentes, que cumplan con su verdadero rol de
enlace entre la población organizada y el Estado, tratando de esa forma de
resolver los graves problemas que padece el pueblo peruano en su conjunto. Pensamos,
que ha llegado el momento de poder sacarle el mayor provecho al sistema
democrático, impulsando la participación de la ciudadanía en el quehacer
político nacional, haciéndolos de tal manera directos responsables de su
destino. Tenemos que acabar con la sola obligación que tiene el ciudadano de ir
cada cinco años a las urnas y elegir al nuevo mandatario, debemos avanzar un
poco más, organizándonos en nuestras comunidades para exigir a la nueva
autoridad un buen gobierno, asimismo controlar y fiscalizar su gestión, para
que esta resulte beneficiosa a la población.
Esta experiencia de
democracia que estamos viviendo en estos últimos 15 años, debe servirnos para lograr institucionalizar, haciendo que eche
raíces profundas en tierra fértil, para que florezca un árbol frondoso, que nos
de sombra y aire oxigenado en los próximos siglos. Ese debe ser el reto de
pueblo peruano, cuando acuda este año nuevamente a las urnas a elegir al cuarto
presidente de la república, de manera continua, en este periodo. Ya que es necesario enaltecer la alternancia en
el poder, a través de procesos electorales limpios y transparentes, convirtiéndose
la decisión popular en un baluarte de grandeza. Por ello alguien dijo: “La voz del pueblo, es la voz de Dios”, expresando
el profundo respeto a la voluntad popular, ya que ello es la esencia de un
sistema democrático.
Nunca más, debemos
permitir, se vuelva a la noche oscura de una dictadura, peor aún si es déspota
y corrupta. Ya que engendra males en las naciones, que se necesitan décadas
para poder extirparla, lo decimos con conocimiento de causa. En tal sentido,
debemos esforzarnos por fortalecer la continuidad de este periodo democrático, que
fue recuperado hace 15 años, haciendo caer a una dictadura cruel, feroz y
corrupta, que se enquistó en poder por una década, suficiente para crear la deshonra,
el caos y la destrucción nacional.
(*) Periodista