Por: Enrique Soto (*)
“Este es un momento de profunda
reflexión”, señala sumamente preocupado Josué Gutiérrez, vocero de Gana Perú en
el Congreso de la República, tratando de sintetizar la situación dificilísima
de inestabilidad política por la que atraviesa el gobierno de Ollanta Humala.
Sin embargo, este tratando de capear la marea, hace un último esfuerzo por
calmar la turbulencia, convocando a través de su presidenta del Consejo de
Ministros, Ana Jara, a un diálogo nacional, con todos los líderes de la clase
política, acto que se realizó el lunes último en Palacio de Gobierno, y según
comentarios terminó sin pena ni gloria.
El gobierno peruano, a 18 meses
de concluir su mandato, es decir, después de tres años y seis meses de
actuación, no se cansa de cometer errores. Este supuesto diálogo apareció ante
la opinión pública como un monólogo, cuando el pueblo se alistaba a escuchar una
conversación en el más alto nivel, fue cortado de manera abrupta, después de
escuchar por más de media hora a la ministra Jara, un mensaje presidencialista,
la trasmisión fue suspendida y los periodistas en el acto fueron desalojados
del recinto aduciendo que sería una reunión reservada. Es decir, a puertas
cerradas. Se olvidaron de la transparencia. Más adelante trascendió que los
invitados –mayormente representantes de partidos y movimientos políticos que no
tienen significativa representación popular- no hablaron en su intervención más
de cinco minutos.
Esta situación a la par de la
ausencia de los principales líderes políticos como Alan García del Apra, Keiko
Fujimori de Fuerza Popular y Alejandro Toledo de Perú Posible, empuja a esta
iniciativa de diálogo al fracaso. ¿Y por qué decimos esto? Porque consideramos
que este diálogo en un ambiente democrático fue mal planteado y pésimamente
implementado, a partir de una actitud desesperada del gobierno de querer
estabilizar, sin tener en consideración que estamos en un periodo pre
electoral, a puertas de próximos comicios, en el que se elegirá al nuevo
mandatario de la nación.
Parecen no darse cuenta o no
querer aceptar, nuestros gobernantes, que su situación es sumamente grave, con
diagnóstico reservado, por lo que tienen que trabajar y razonar con mucha
diligencia, avanzando con tiento y pies de plomo si en verdad quieren salir de
este laberinto, en el que por decisión propia, se han metido. Y ello va
significar actuar con prudencia, paciencia y dejar de lado la soberbia.
El diálogo nacional, tal y como
se está llevando, consideramos que no va a buen puerto. Y ello no significa que
estemos en contra sino mas bien a favor. En democracia toda iniciativa de
diálogo es importante y necesaria. La comunicación es vital entre los
ciudadanos, para superar diferencias y evitar conflictos. Por lo que
consideramos necesario sea replanteado. No va a caminar un diálogo serio que ha
sido planteado y promovido por twitter. Esto hay que trabajarlo con los líderes
y las organizaciones políticas de manera directa, para que sea productivo. Es
más, esta situación de querer dialogar con la oposición principalmente, no va a
caminar con una presidenta del Consejo de Ministros, mientras esté rodeada de
ministros que no aceptan su liderazgo, a pesar que lo digan de la boca para
afuera. Así como exista en el gabinete ministros que son severamente
cuestionados por la oposición, como Urresti, Cateriano, Mayorga y Segura, por
lo que es de suma urgencia oxigenarlo. De esa forma Ana Jara tendría autoridad,
poder de conducción y liderazgo. Y recuperaría la confianza.
Sin embargo, la situación en la
que se halla el gobierno es compleja y delicada, por ello algunos hablan de “muerte clínica”, estado que resume su
alto grado de vulnerabilidad en que se encuentra.
Con preocupación el periodista
Mirko Lauer, sostiene en un análisis que realiza en su columna Observador que “hemos entrado a un periodo de comentarios
políticos apocalípticos”. Señalando que algunos de ellos plantean que hay
conspiraciones en marcha. Otros, que la oposición está dedicada nada menos que
al derrocamiento del gobierno. Comentarios extremadamente delicados y
beligerantes que, de ser ciertos, pueden traer graves consecuencias. Sin embargo,
todos son supuestos, ya que nada está confirmado.
Por otra parte Lauer, habla de un
“apocalipsis democrático”, y se
pregunta “¿qué podemos imaginar en esta línea
tremendista? Pero, descarta un golpe militar y un autogolpe autoritario. Dejando
entrever “la posibilidad de un manotazo
de baja intensidad, como colocar un ramillete de militares retirados en el
gabinete, guardando de esa manera las formas institucionales y democráticas”. Otro
manotazo posible podría ser la vacancia del Presidente de la República –dice Lauer-
para levantar presión política y mediática suficiente como para obligar al
Ejecutivo a adelantar elecciones.