Por: Julio Garazatúa Vela (*)
Los últimos acontecimientos políticos muestran una vez más el nuevo
estilo de hacer política en el Perú; un estilo casi comercial, se elige a un
presidente de la república y gobiernan dos. Los hechos suscitados recientemente
nos dan la razón. El ex presidente del consejo de ministros César Villanueva Arévalo,
quien fuera designado como tal hace aproximadamente tres meses ( 20 de Noviembre
del año 2013), presentó su renuncia irrevocable a dicho cargo, por razones de
pugnas de poder al interior del
ejecutivo, las explicaciones públicas pueden tener diversas interpretaciones,
pero al parecer el drama va por dentro. El nuevo primer ministro René Cornejo Díaz
asume el cargo en un momento difícil que vive el país, motivado por el aumento
desmesurado del sueldo de los ministros, conflictos sociales por reclamos de
aumentos salariales de los diferentes sectores gremiales, desborde de la
delincuencia y de la corrupción, inseguridad ciudadana, etc. La duda que sentimos,
es que si el nuevo premier tiene la experiencia política suficiente y la
autoridad necesaria para implementar y orientar
políticas públicas que permitan aquietar la convulsión interna, sin
interferencias ajenas y con el apoyo total del nuevo gabinete; de no ser así,
continuaremos con los ofrecimientos populistas y las decisiones coyunturales,
que agrietan más las relaciones Estado-población.
Seguramente, los integrantes del
equipo ministerial que acompañan al nuevo primer ministro (once se mantienen en el cargo),
tienen solventes conocimientos profesionales para solucionar los problemas que
aquejan a sus sectores, sin embargo no deja de preocuparnos que la mayoría de
ellos siendo excelentes técnicos, aún no muestran en la práctica la experiencia política suficiente
para el manejo acertado de los problemas de diversa índole que afronta el
gobierno. Esta falta de experiencia política puede dificultar el esfuerzo
del ejecutivo para armonizar y articular estrategias multisectoriales, que
permitan alcanzar los objetivos socio-económicos en el corto tiempo que resta de este mandato.
Por ejemplo, el nuevo gabinete
debe tener en cuenta que para restablecer la seguridad ciudadana que se ha
convertido en clamor nacional, deben articular estrategias en forma colegiada,
para tener mejores posibilidades de éxito en la lucha contra los delitos que
mas golpea a la sociedad en su conjunto. Pero también, deben considerar medidas
inmediatas para contrarrestar algunos hechos que se repiten continuamente, y que
su práctica configura delitos flagrantes y “malas costumbres” políticas que proyectan mensajes equivocados a la
población, tales como: frecuentes casos de interceptación de comunicaciones y
exposición de audios (chuponeos), sin
deslindar jurídicamente si el denominado “chuponeo” es un acto legal o ilegal.
Actualmente vulnerar la privacidad de las personas es una actividad frecuente
que ninguna autoridad judicial sanciona; por un lado genera rating para los
medios de comunicación, y por otro lado, marca la agenda de las instituciones
de seguridad y justicia cuando se refiere a indicios de delito.
Otro hecho que se debe corregir,
es la costumbre que determinados procesos judiciales contra personajes
políticos y funcionarios públicos del actual y anteriores gobiernos, se prolongan
excesivamente con el propósito de lograr “impunidad” de los presuntos
responsables, mediante “componendas” políticas y argucias legales. Igualmente,
la mayoría de los debates parlamentarios se han convertido en escenarios de enfrentamientos personales y
partidarios, donde congresistas de diversas tiendas políticas se prodigan
insultos de todo calibre sobre temas de coyuntura, en detrimento de los asuntos
prioritarios e importantes que requiere el país. Estos hechos y otros que se
suscitan continuamente en nuestro quehacer político nacional, atentan contra el
orden interno y la seguridad ciudadana,
y deteriora la imagen y la credibilidad de los poderes e instituciones del
Estado.
Al parecer, los
inconvenientes para articular un trabajo
colegiado multisectorial, surgen de las propias instituciones del Estado,
propiciada por los protagonismos de algunas autoridades políticas o vecinales
en asuntos mediáticos; las contradicciones
en la aplicación de algunos dispositivos legales vigentes; los vacíos legales
en las leyes anticrimen; la ejecución de
estrategias con líneas de autoridad, responsabilidad y competencia
superpuestas; la presión mediática de los medios de comunicación y de las
encuestas de opinión; la falta de liderazgo de los ministros del interior en asuntos
de seguridad pública; la costumbre de
cargar los fracasos en estos temas a la
policía nacional, entre otros.
Parafraseando a la primera dama
nos preguntamos: ¿tan difícil es fijar metas, definir estrategias y evaluar
resultados en asuntos de orden y seguridad pública? “Tolerancia cero contra el
delito”, no es salir a la calle a detener a todo el mundo como sospechoso de
delincuente, y a las 24 horas los órganos de justicia los liberen argumentando
“falta de pruebas”, “montos insuficientes”, ser menores de edad, etc.; mas
grave aún, que peligrosos delincuentes que purgan condena en los penales,
continúen dirigiendo desde sus celdas los delitos de extorsión y sicariato; y
otros sean liberados por el poder judicial a la mitad o al tercio de su
condena, fundamentando “buena conducta”
y otras “artimañas legales”.
El problema de la inseguridad ciudadana que nos
afecta actualmente, es un problema de
Estado que debe ser tratado de manera técnica y multisectorial; la experiencia
nos dice, que tenemos que anticiparnos a los hechos para saber qué es lo que
puede suceder, porque cuando nos demos cuenta de lo que realmente sucede, será
difícil tratar de revertir la situación. La percepción que tiene la población
de las instituciones públicas, particularmente de las de seguridad y justicia,
es que son corruptas y simples defensoras de hechos consumados; esta opinión no
ayuda a hacer eco en el pueblo de que la seguridad ciudadana es tarea de todos.
En una entrevista reciente al
diario La República, el sociólogo Carlos Basombrío dijo refiriéndose a la
corrupción en la policía nacional, “que el porcentaje de incorruptibles es
equivalente al de los irrecuperables, y que en el medio está el resto, que no
son héroes, pero tampoco delincuentes; lo que hay que hacer, es que los
incorruptibles ayuden a sacar a los irrecuperables”. Esta reflexión política,
es una forma gráfica de percibir la problemática de la corrupción no solamente
en la policía nacional, sino en toda la administración pública; este es un
problema que tiene raíces históricas en el país, y que exige una reforma del
Estado y un control de calidad moral de los funcionarios públicos, porque es la
causa primigenia de todos nuestros problemas.
(*) Crnel. PNP (r)
(*) Crnel. PNP (r)
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