Por: Enrique Soto (*)
En
este mundo donde la vida del hombre es breve, y transcurre con dificultades
inesperadas, como las aguas de un río, que busca con dificultad constante su cauce,
para llegar al mar; el sabio rey Salomón, hijo de David, nos dejó una gran
enseñanza para comprender nuestra existencia mas a plenitud, diciéndonos: “Todo en este mundo es pasajero. Todo
pasará”. Dándonos a entender, que comprendamos que nada es para siempre. Ni
las alegrías, ni las tristezas, ni los éxitos, ni los fracasos, ni la gloria ni
el ocaso. Nada en este mundo es eterno. Esto creo que ha de servirnos de mucho,
como un acicate para poder resistir, y seguir luchando en esta coyuntura
aterradora que nos ha tocado vivir con la invasión inesperada de la pandemia
del Covid-19, que aún no sabemos cuándo acabará. Pero debemos tener fe y
confianza, que en un momento dado le asestaremos el golpe mortal al virus.
La
situación que estamos atravesando –desde que apareció el primer caso de contagio
de esta enfermedad, llamado caso cero, y se declaró el estado de Emergencia
Nacional, con una cuarentena de confinamiento –es sumamente difícil en el país;
donde la mayoría de conciudadanos la están pasando muy mal, siendo mas
desgarrador la situación en los sectores marginales, donde su nivel de vida
social y económica es más vulnerable, que en mas de dos meses que está
extendiéndose estas medidas sanitarias, la población no da mas y ha empezado a
desbordarse, obstaculizándose de esta forma la estrategia de contención desarrollada
e implementada por el Ejecutivo, con el apoyo de un ejército de médicos,
enfermeras, técnicos sanitarios y las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, que
están siendo, también afectados por el mal, registrándose cientos de contagios
y fallecidos en las filas de estos combatientes que se hallan ubicados en
vanguardia.
El
viernes 22 de mayo, el presidente Vizcarra en conferencia de prensa, anunció
una extensión del estado de emergencia a nivel nacional, hasta el martes 30 de
junio -cerrando el primer semestre del año 2020-. Modificando el horario del
toque de queda, que ya no iniciará a las ocho sino a las nueve de la noche. Una
hora más de movilización social, hasta las cuatro de la madrugada, en Lima y
Callao; cosa distinta en el resto del país, y en las regiones con mayor riesgo
de contagio. Además, se exhibe, a través de un decreto supremo, una serie de
flexibilizaciones, al confinamiento, y a las restricciones del quehacer
económico y laboral. Haciendo un esfuerzo, de riesgo, de hacer más llevadero la
convivencia social.
Sin
embargo, valgan verdades, por mas crudas que estas parezcan, la población, a
estas alturas de la guerra, está altamente mellada y golpeada severa, física y
sicológicamente, vuelvo a insistir mayoritariamente, es decir, mas del 70% de
la ciudadanía de alta vulnerabilidad, ya que muchos de esos sectores, no han
tenido acceso al bono de sobrevivencia, y los que fueron favorecidos, y
tuvieron la suerte de recibir, no les es suficiente, para sostenerse con 760 soles,
tres meses encerrados, algo que en los últimos días, recién se oye decir a
algunos analistas económicos, que con esa cantidad de dinero es imposible
contener la inmovilización. “Ya que, sino los mata el virus, los va matar el
hambre”, sostienen. Esto se ha convertido en las últimas semanas en una bomba
de tiempo.
Este
estado de cosas se empeora cuando empiezan a ver enfrentamientos
interinstitucionales, por generar hegemonía y protagonismo político, con unas
ansias de poder. El colegio médico, quiere a toda costa controlar el Ministerio
de Salud, que siempre lo consideró su feudo, realizando declaraciones y
acciones para desestabilizar al Ejecutivo, dándole mensajes de manifestación de
poder. Felizmente, que esto fue tratado con inteligencia por el gobierno, ya
que el titular del Colegio Médico, pedía la cabeza del Ministro de Salud,
Víctor Zamora, exigiendo su renuncia. El gobierno, se paró firme y no hizo
caso, tamaña aberración. Hoy vemos un nuevo enfrentamiento entre el Congreso de
la República y el Ejecutivo, algo que considerábamos, los ciudadanos de a pie,
algo superado, que nos tuvo en vilo en los primeros años de este periodo de
gobierno, que terminó con la renuncia del presidente electo Pedro Pablo Kuczynski.
Hoy parece, que volvemos a lo mismo, en medio de una situación, de alta
peligrosidad para el conjunto del pueblo peruano. Es decir, los 32 millones de
habitantes, que constituimos esta nación. Esperemos, que la sangre no llegue al
río y las diferencias sean superadas. Pensemos en el beneficio común, que
significa en estos momentos una batalla contra la muerte y no en apetitos subalternos
electorales, que se realizarán el año entrante.
La
pandemia del Covid-19, que aún nos sigue azotando sin misericordia, es un mal
de sumo cuidado, que no debe distraernos, en su confrontación, absolutamente
nada. Ya que esta es una guerra de vida o muerte. Solo hay dos posibilidades:
se vive o se muere. Por lo tanto, estamos totalmente prohibidos en bajar la
guardia. Eso significa mas apoyo económico a los sectores más vulnerables por
parte del estado, que es conducido por el gobierno de turno, representado por
el Ejecutivo, liderado por el presidente Marín Vizcarra, que “personifica a la
nación”, ¡Ejerza su autoridad, con vehemencia y audacia señor presidente!
A
pesar, que –según dice el gobierno- se empieza a implementar la II etapa del
Plan Reactiva-Perú, la implementación deberá realizarse con sumo cuidado. Ya
que el virus está vivito y coleando, y el país, aún no llega a tocar techo en
el crecimiento de contagios. Es decir, todavía no llegamos a la meseta. Seamos
realistas. En tal sentido la resistencia sanitaria, y los cuidados señalados
para contener la infección no deben variar un ápice. Deben de seguir
cumpliéndose al pie de la letra, de manera rigurosa. Es cierto que necesitamos
realizar actividad económica, pero esto no debe ser lo prioritario. La salud es
primero. Ya que reactivar la economía agresivamente, es como querer obligar a
trabajar a colaboradores enfermos. Aquí es donde voy a dirigirme a los
emprendedores, golpeados tan severamente por la pandemia. El mercado en más de
dos meses de parálisis –casi total- ya fue severamente dañado. Habrá que
reconstruirlo, de cero, si es necesario. Gracias a Dios en nuestro país tenemos
buenos emprendedores. Es un país cuna de luchadores creativos, innovadores,
imaginativos, que hemos sobrevivido a situaciones altamente destructivas. Hemos
sobrevivido a veinte años de terrorismo implacable, de grupos armados, y del
estado, donde se violaban los derechos humanos, y el mercado se contrajo
severamente, por falta de inversiones privadas y públicas. Muchos de nuestros
conciudadanos se iban del país, los que nos quedamos le hicimos frente a la
situación, y salimos victoriosos. Hemos vivido la inflación más grande del
mundo, que significó el deterioro total del mercado con el primer gobierno de
Alan García. Y, sin embargo, enfrentamos esta realidad económica caótica, y
salimos adelante. Hoy igual lo haremos. Somos entusiastas, somos optimistas, y
eso es más que suficiente. Tengamos fe, que vamos a renacer de las cenizas,
como el ave fénix.
Lo
que se viene –sino está ya aquí- es sumamente desagradable, en cuestión de
actividad económica, en asunto de mercado. Pero esto no es solamente en nuestro
país, sino en el mundo entero. La recesión va ser un mal que sacudirá el
mercado.
En
tal sentido, tenemos que tener el valor, que tuvo Josué, sucesor de Moisés,
para tomar la tierra prometida, aunque para nosotros será para tomar la tierra
devastada y reconstruirla; con ese mismo valor que tuvo Josué de enfrentarse al
peligro. Por eso el Señor, alentó al guerrero diciéndole: “Esfuérzate y ten
buen ánimo”. Anímate pues, y ármate de gran fortaleza. Se prudente, medita de
día y de noche. Procede sabiamente. Sé constante: No temas, ni desmayes”. Así
habló el Señor a Josué, y todo le fue muy bien. Nosotros haremos lo mismo.
Así
también, nosotros no debemos temer el peligro y los emprendedores,
independientes, dueños de pequeños y medianos negocios, deben prepararse para
enfrentar las nuevas dificultades que espera el mercado. Creemos finalmente,
que el estado promueva la reactivación, con políticas eficaces.
(*) Periodista