Por:
Enrique Soto (*)
A pesar que el Instituto
Nacional de Estadística (INEI) acaba de reportar un crecimiento del PBI
nacional en el mes de agosto, de 3.39% (la tasa más alta en lo que va del año),
no significa que el país, esté saliendo de un proceso de enfriamiento y
desaceleración económica, que se inició, en el año 2015, y se ha ido agudizando
a lo largo de los últimos tres años, producto de la “incertidumbre política”
interna y la guerra comercial global protagonizada por China y EE.UU.
La realidad económica que
el país está atravesando es bastante delicada, que se manifiesta claramente,
por la caída estrepitosa del empleo, que se vio agravada por el ingreso de mas
de 1 millón de venezolanos a nuestra patria, promovida por una decisión política
al inicio del nefasto gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. Esto golpea
tremendamente a mas de un millón de jóvenes peruanos que a diario buscan
empleo, y a los mas de 300 mil nuevos trabajadores, que cada año se incorporan
a la alicaída masa laboral.
Esto obliga a reflexionar,
a cualquier ciudadano de a pie, sin necesidad de ser economista y/o líder de
opinión, tratando de comprender este deterioro económico de los últimos cuatro
años, después de haber vivido una bonanza de más de diez años consecutivos
(2003-2013).
¿Por qué el país está
padeciendo este enfriamiento prolongado? ¿A qué se debe la desaceleración que
amenaza estancar nuestro crecimiento económico?
Creemos sinceramente, que
uno de los factores que impide que progrese la inversión privada, y el consumo
interno, palancas primarias del crecimiento económico de una nación, es la
incertidumbre política que padecemos, a partir de la inestabilidad
gubernamental, producto del enfrentamiento, a muerte, entre el Ejecutivo y el
Legislativo, que parece haber terminado con el cierre oportuno y constitucional
del Congreso de la República.
Esta situación interna de
inestabilidad política fue gravada con el descubrimiento de una escandalosa
corrupción, promovida por la empresa Odebrecht, donde todos los presidentes de
los últimos periodos gubernativos estaban comprometidos hasta el tuétano. Uno
terminó suicidándose. Otro está preso en EE.UU., esperando su extradición, para
ser juzgado en el país. Otro espera se le abra juicio, junto a su esposa, sin
poder salir del país. Otro purga prisión preventiva con arresto domiciliario.
Estos hechos alientan la desaceleración económica, que se refleja en el menor
empleo, y la disminución del consumo interno, por parte de la población. Los
grandes inversores esperan, que se calme la tormenta, para así asegurar sus
capitales. Exigiendo seguridad jurídica para sus compromisos económicos. Y esto
solo se conseguirá con una clara legislación, en democracia, con un sólido
estado de derecho, donde reine el imperio de la ley.
Mientras tanto, poco, o
casi nada, hace el gobierno de turno, presidido por Vizcarra, para relanzar la
economía, y sacarla del enfriamiento, y de aguda desaceleración, que según nos
parece, sinceramente, se acerca a la peligrosa línea que separa de la recesión,
a pesar que el presidente del Banco Central de Reserva (BCR), Julio Velarde
señala al respecto: “Hay una sensación que estamos en recesión, pero o lo
estamos. El crecimiento es menor simplemente”.
El gobierno, tiene un reto
por delante, frente a esta realidad económica de gran preocupación para los 32
millones de ciudadanos peruanos. Y el reto, va a significar, en primer lugar, promover de manera efectiva la inversión pública, destrabando un sin número de
procesos burocráticos paralizados. Alentando la inversión privada, combatiendo
con severidad la corrupción, “caiga quien caiga”. Esto último es de suma
importancia y trascendencia para dar seguridad dentro del marco jurídico al
inversor. Así vendrán capitales, sintiéndose seguros.
Es mas desde el Ministerio de Economía y
Finanzas (MEF), debe promoverse una política económica expansiva en el área
fiscal, que eleve el techo de la inversión pública, y el déficit fiscal, para
incentivar el consumo. Asimismo, desde el BCR, debe promoverse una política monetaria,
que aliente el crédito, bajando las tasas de interés de manera agresiva, como
se hizo en la crisis que padecimos el 2008 y 2009, no tímidamente, como se ha
efectuado en el 2017. Tenemos que ser mas enérgicos, mas audaces para
contrarrestar este inmovilismo económico. ¡Cuidado con la recesión! Si esta se
presenta en grado sumo, sería catastrófico. Hay que prevenir este cáncer
económico, que es altamente destructivo. Ya lo hemos padecido en la década del
90. No permitamos que esto vuelva. Por consiguiente, el MEF, no debe
preocuparse tanto, en estos momentos, en mantener bajo el superávit fiscal.
Como el BCR, no debe tener solo como objetivo, controlar la inflación,
teniéndola al ras del suelo.
Es bien cierto, y hay que
tenerlo en cuenta, que lo que se haga internamente, como gestión política en
materia económica, no es suficiente, cuando en el frente externo, la economía mundial,
es zarandeada por una guerra comercial entre China y EE.UU., ya que somos un
país dependiente.
Por lo mismo, hay que
estar preparados, ante la continua subida de los aranceles de estas dos potencias
mundiales, que son nuestros socios estratégicos. Nosotros exportamos a estas
dos grandes potencias, principalmente minerales y en menor escala alimentos. Y
les compramos bienes de capital de mando medio.
Por lo que es muy
necesario, tener en cuenta, los informes del Fondo Monetario Internacional en
ese aspecto, que señalan que el crecimiento económico global caerá a 3%,
producto del “agudo deterioro” de la actividad manufacturera y el comercio
global. La subida de los aranceles, en el mercado internacional, genera una “incertidumbre
prolongada”, dañando inversión y la demanda de bienes de capital. La economía
global atraviesa, en estos momentos, un frenazo. Debemos estar advertidos.
(*) Periodista