Por: Enrique Soto (*)
A partir de los resultados
de las elecciones generales en primera vuelta, puede decirse que la Izquierda
Peruana, ha reaparecido como un vendaval en la escena política nacional,
después de casi 25 años de ausencia. Su fuerza expresada a través de su
candidata Verónika Mendoza, que representa al Frente Amplio, se ubicó como
tercera opción en el cómputo de votos, amenazando pasar a segunda vuelta y
ocupando veinte escaños de la representación nacional en el aparato
legislativo. Algo verdaderamente sorprendente, teniendo en cuenta que en sus
inicios de campaña apenas alcanzaban el 1% de aprobación y nadie creía que
pasarían la valla con el mínimo de 5%. Sin embargo, lograron alcanzar el 20%.
Todo un reto, y una responsabilidad histórica, que están en la obligación de asumirla,
mantenerla y defenderla.
La nueva coyuntura
política electoral que estamos viviendo –propia de unos comicios en segunda
vuelta- para definir quién será el nuevo Presidente Constitucional de la
República, ubica a la izquierda en una disyuntiva que obliga a tomar una
posesión frente a los dos competidores de la derecha representados por Keiko
Fujimori de Fuerza Popular (FP) y Pedro Pablo Kuczynski de Peruanos por el
Kambio (PPK). Algo que deben asumirlo con inteligencia y sabiduría, pensando en
el bien común, y en lo que resulte más beneficioso para la estabilidad
democrática y el desarrollo nacional.
En tal sentido, Verónika
Mendoza ha señalado claramente en múltiples entrevistas que el fujimorismo
representa lo mas nefasto de nuestra historia reciente, una dictadura en la que
se vulneraron los derechos humanos. Asimismo, ha señalado, inicialmente, que el
partido no va a apoyar ni a Keiko Fujimori, ni a Kuczynski en esta segunda
vuelta por tener fuertes diferencias con sus propuestas políticas, sin dejar de
mencionar que “la peor amenaza para el país” es el fujimorismo. Por su parte ha
señalado que se va hacer campaña activa para que la señora Fujimori no sea
gobernante, recordándole al país lo que significó el gobierno fujimontesinista,
sin que ello signifique ningún aval a Kuczynski.
Estas expresiones se
entienden como un querer marcar distancia y diferenciarse, desde la izquierda,
de las opciones que representan estos dos candidatos de la derecha, que pugnan
por alcanzar la presidencia, situación que se definirá el 5 de junio.
Esta expectante situación obliga
a la izquierda peruana a asumir mayores retos y desafíos en el concierto
político nacional que superen las meras coyunturas electorales. Y esto ha
empezado a suceder con la Nueva Izquierda, que empieza a dar un cambio
generacional en la conducción del movimiento, apareciendo nuevos líderes con
visión distinta a la vieja guardia, que encaran al país en una situación
distinta de la que fue en los años 80. En tal sentido se puede afirmar que lo
que está sucediendo dentro del movimiento organizacional de la izquierda es una
renovación de cuadros, con la aparición de nuevos líderes, como producto de una
necesidad histórica que empuja la evolución del proceso social en constante
movimiento, y no como una comprensión racional que haya surgido de la “vieja
guardia”.
¿LA UNIDAD EN
LA IZQUIERDA NO ES NECESARIA?
En tal sentido, este
renacer de la Izquierda, será mucho más rico y pujante en su accionar comparado
con la época de los 80. En la que habrá necesidad de trabajar por reestructurar
y consolidar el criterio de unidad y no considerar la opinión de algunos analistas
que sostienen que “la unidad de la izquierda
no es necesaria”, para alcanzar el éxito solo basta apuntalar a un buen
candidato, como es Verónika Mendoza, algo sumamente peligroso, que promueve el
caudillismo y el culto a la personalidad que no es compartido al interior de la
izquierda. El liderazgo y la personalidad juegan un papel importantísimo en la
dirección de los movimientos sociales y políticos, siempre y cuando estos estén
inmersos en colectivos fuertemente estructurados, dentro de una organización
bien constituida y disciplinada.
En tal sentido, es
cuestionable la versión de Steven Levitsky, en el sentido que sostiene: “El ascenso de Mendoza demuestra que la
unidad importa poco. En una democracia presidencialista sin partidos, la que
importa es la candidata”. (La República 10 de abril 2016). Esto nada ayuda
a la izquierda a afirmar una diferencia con la derecha, y en nada le ayudaría a
contribuir con la construcción de una nueva democracia, sólida y perdurable, ya
que se verían inmersos en el mismo juego que nos impone el sistema, y para
ello, consideramos, no está la izquierda, como movimiento popular de masas.
Por otra parte,
consideramos que hace bien el Frente Amplio, en manifestar que será en los
próximos cinco años una expresión de oposición coherente y responsable,
empujando los cambios y resistiendo contra todo aquello que amenace el
desarrollo y progreso nacional. Creemos que tiene tribuna para lograr su
cometido. El trabajo –con sus veinte congresistas- en el Parlamento Nacional,
será decisivo, cuidándose de no caer en el burocratismo y alentando de manera permanente
la organización y movilización popular. Estamos convencidos que los cambios van
a suceder con el pueblo en las calles. Y la nueva izquierda con la venia que el
ciudadano le ha dado en las urnas, tiene el reto de luchar contra –en primer
orden- la corrupción, que se levanta las arcas fiscales en desmedro del
bienestar general, de los 30 millones de peruanos, y principalmente de los más
pobres. No olvidemos que tenemos 8 millones de conciudadanos sumidos en la
pobreza y 2 millones aproximadamente en pobreza extrema.
AMPLIAR EL
FRENTE AMPLIO
Asimismo, consideramos,
que el Frente Amplio, con su colectivo de dirección nacional, encabezados por
Verónika Mendoza y Marco Arana, deben tender puentes hacia los sectores
liderados por Gregorio Santos y hacia otros sectores políticos de ascendencia
popular, para consolidar verdaderamente un Frente Amplio, y trabajar duramente
este quinquenio de manera organizada, sistemática y con propuesta coherente
resumida en un Plan de Gobierno que exprese la tendencia de un Proyecto
Nacional, encaminados hacia el 2021, teniendo en consideración la celebración
del Bicentenario de la Independencia. 200 años de haber roto las cadenas
materiales del colonialismo, faltando romper las cadenas mentales que nos atan
a ese pasado nefasto de saqueo y expropiación que la nueva izquierda debe tener
muy presente –para no dormirse en sus laureles- que el éxito que ha tenido en
el proceso electoral en un 50% se debió a su candidata y el otro 50% a la
oportunidad histórica que se le presentó, cuando el JNE decidió sacar del
proceso a Julio Guzmán y César Acuña, que sumaban alrededor del 30% de
aprobación del electorado, a pesar que uno era un outsider improvisado y el
otro un candidato presidencial “chicha”. Este panorama le dio un espaldarazo a
la nueva izquierda y la elevó a su
candidata, ubicándola como tercera opción electoral a nivel nacional.
NO VOLVAMOS
AL FUJIMONTESINISMO
En esta segunda vuelta la
nueva izquierda tiene la oportunidad de jugar un protagonismo importante,
movilizando a la población a nivel nacional, para impedir que Keiko Fujimori,
llegue a la presidencia de la república, optando por el mal menor que significa
que PPK asuma la conducción del país, en la medida que no tenemos otras
opciones sobre la mesa. Porque de llegar la hija del dictador a la primera
magistratura del Estado, significaría, como dice Mario Vargas Llosa: “Tarde o temprano se abrirán las cárceles y
los ladrones y asesinos fujimoristas, empezando por su padre, pasarán de los calabozos
a detentar nuevamente el poder. Pone los pelos de punta imaginar la violencia
social que todo aquello produciría, con la consiguiente parálisis económica, la
retracción de las inversiones y la gangrena populista resucitando aquellos
demonios de la inflación y el paro de los que nos hemos ido librando estos
últimos tres lustros”. (La República
17 abril 2016).
Estos malos augurios hay
que evitarlos porque son escalofriantes. Quienes vivimos de cerca los diez años
de dictadura fujimontesinista, podemos dar fe, del atroz comportamiento que
tuvieron en el poder, esto es necesario hacerle recordar a la población, en
campañas continuas y sostenidas durante todo este mes de mayo, para que el
domingo 5 de junio, el ciudadano de a pie emita un voto informado.
¡PREPARÉMONOS
PARA EL 2021!
Sin embargo, mas allá de
lo que pueda suceder el 5 de junio, la nueva izquierda, tiene el compromiso
histórico de trabajar denodadamente, desde ahora, abriendo locales partidarios,
en todo el país, para realizar una buena campaña, superior a la del 2016, el 2021,
con el propósito de llegar al poder. Por ello va a ser necesario abrir puertas,
y lograr atraer a los sectores del centro, para de esa forma consolidar un
movimiento verdaderamente nacionalista, con identidad ancestral. Este reto, es una
oportunidad histórica que tiene la izquierda peruana, y de la forma como se
conduzca a su vanguardia –en los próximos cinco años- va a depender el éxito.
(*) Periodista