Por: Julio César Garazatúa (*)
En Octubre de 1998, Eqbal
Ahmad uno de los analistas académicos más
importantes de esta era, pronunció una alocución pública en la universidad de
Colorado de los Estados Unidos de Norteamérica, denominada “Terrorismo: el de
ellos y el nuestro”, donde describe con una percepción casi profética la
problemática del terrorismo que afecta al mundo; sin embargo su contenido no fue valorado, ni el mensaje entendido en su
verdadero alcance, hasta después del 11 de Septiembre del 2001, fecha fatídica
para Estados Unidos por las graves consecuencias de muerte y destrucción que
causo el terrorismo en dicho país. Considerando que el Perú aún afronta problemas de
terrorismo, propiciado por los remanentes de “sendero luminoso” que operan
especialmente en la zona del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM),
es oportuno rescatar algunos aspectos de esta alocución por su vigencia y utilidad, para el tratamiento de este
flagelo.
Eqbal Ahmad sostiene que el
terrorismo es cambiante. Por ello, debemos mantener nuestras ideas claras para
saber que es terrorismo y que no lo es. Más importante todavía, debemos saber
qué es lo que origina el terrorismo, para luego saber cómo detenerlo. En tal sentido,
el primer paso para encarar un problema de manera adecuada, es definir a que, o
a quienes nos enfrentamos, para conocerlo, luego realizar nuestro planeamiento,
trazar nuestras estrategias y ejecutar nuestras acciones. En el país, hasta la
fecha no nos ponemos de acuerdo en definir al tipo de enemigo al cual nos
enfrentamos en el VRAEM, hablamos de “remanentes terroristas”, de
“narcotraficantes”, de “narcoterrorismo”, de “delincuentes senderistas”, etc.,
y cada quien argumenta y sustenta sus opiniones, con el objeto de despertar
nuestras emociones en lugar de ejercitar nuestra inteligencia. Además, la
visión oficial del terrorismo es una posición incompleta porque evade la
definición, los documentos oficiales no
precisan el problema, al parecer, lo hemos concebido bajo criterios
demasiado amplios, mientras que los
costos y las estrategias para combatirlo se conciben con muchas limitaciones,
solo se considera el campo militar-policial, lo cual impide establecer
claramente los objetivos político-sociales, y la articulación de un sistema
multisectorial que implemente y oriente el esfuerzo coordinado en la dirección
debida. Por ende, en la ejecución táctica se cometen graves errores que
propician pérdidas de vidas humanas en la población, lo que deteriora la imagen
del gobierno, como el caso ultimo del fallecimiento de una niña de nueve años
en la localidad de Ranrapata, en circunstancias aún no esclarecidas.
Estas incoherencias, muestran hasta qué punto
son falibles los mecanismos de inteligencia y seguridad para prevenir este tipo de incidentes. En este
contexto, la experiencia recuerda una vez más, que todo operativo que ejecuten
las fuerzas del orden deben encuadrarse dentro de un planeamiento serio, viable
y adecuadamente elaborado, en razón que
la obligación básica de un Estado democrático, es la protección de la
vida y de la convivencia pacífica de sus
ciudadanos; en contraposición a las actividades terroristas que persiguen dos
efectos: deteriorar la autoridad del Estado y cuestionar la capacidad del
Gobierno para defender a la población.