martes, 24 de marzo de 2015

LOS GRITOS DEL SILENCIO

Por: Julio Garazatúa Vela (*)

Actualmente la situación política-social  del Perú se mueve alrededor de cuatro escenarios, relacionados entre sí, pero cada cual con características propias: el deterioro progresivo de la “clase política”; la corrupción generalizada que incluso ha copado las altas esferas del poder; la inseguridad y la violencia incontrolable; y los “conflictos sociales” como modalidad pública para hacerse escuchar y solucionar  reclamos diversos.

Los problemas que se desprenden de estos escenarios, han sensualizado la agenda del gobierno, han desbordado el orden público y el Estado de Derecho, y han deteriorado la ética y la moral pública. Algunos comentan que es una tendencia propiciada por los cambios inesperados del tercer milenio,  otros sostienen que son situaciones generadas por la incapacidad de los gobiernos de turno, y los optimistas dicen que son percepciones creadas por los “opinólogos” de siempre.

Ante este panorama de confusión general y de desorden nacional, surgen algunas interrogantes que exigen respuestas correctas, respuestas que siempre quedan en el silencio cómplice y archivadas en el tiempo y el olvido, pero que es necesario repetirlas constantemente, tales como: ¿Por qué la “clase política” se deteriora cada vez más en cada proceso electoral?, ¿Por qué no tenemos verdaderos partidos políticos, en lugar de “pseudos  partidos”, “movimientos” y “agrupaciones” improvisadas y temporales, que facilita las “candidaturas eternas” y la permanencia de cúpulas enquistadas en los cargos de conducción partidaria; lo que acrecienta la corrupción generalizada, la proliferación de “caudillos”, “aventureros” políticos y “caciques” regionales?,  ¿Por qué los proyectos de inversión tan necesarios para el desarrollo nacional tienen tantas trabas burocráticas para su ejecución?, ¿ Por qué los programas  asistenciales de bienestar son ineficientes y son focos de corrupción, en lugar de ayudar a la población a salir de la pobreza extrema ?, ¿ Por qué la juventud se rebela ante leyes que presuntamente benefician su futuro laboral?, ¿ Por qué mantenemos una frondosidad legal con leyes que nadie cumple, y algunas imposible de cumplirlas?, etc. Con el tiempo llegué a comprender, que la pregunta correcta suele ser más importante que la respuesta correcta a la pregunta equivocada.


Al parecer, el país enfrenta una convergencia de crisis que engrosa sus problemas diarios: crisis de gobernabilidad, crisis del sistema social- familiar, crisis del sistema de salud, crisis del sistema de seguridad y de justicia, crisis de ética y moral nacional; y particularmente crisis del sistema político, que ha perdido dirección y la confianza del pueblo.

Alvin Toffler decía hace más de treinta años, que muchos países percibirán el impacto simultáneo de las tres olas de cambio, completamente distintas (agraria, industrialización y conocimiento), de velocidades diversas y con diferentes grados de fuerza tras de sí. Al parecer, el Estado  se encuentra afrontando el choque de esas tres olas, que sobreviven en nuestro quehacer nacional, la consecuencia de ello es lo que perturba y agita la vida interna del país.

En el Perú, los gobiernos han demostrado siempre ineficiencia absoluta, ante los problemas  que la nueva situación del mundo va planteando. Incluso los candidatos que se han mostrado como capaces de hacer cambios innovadores, una vez en el poder, parecen petrificarse ante cualquier sugerencia de que nuestra Constitución y las Instituciones Políticas  necesitan ser revisadas y reestructuradas, y prefieren mantener el  Statu-quo y evitar las reformas. Por ello, los resultados de las políticas y estrategias aplicadas en los diversos sectores públicos, generalmente son erráticas y difíciles de prever, porque nuestros gobiernos en toda su historia siempre han estado en “shock”; no existe otra explicación para nuestro rezago en el desarrollo nacional “inclusivo”, del cual siempre hablamos, continuamente lo proponemos, pero nunca lo concretamos. Asimismo, los tecnócratas padecen de “obsesión económica”; parten de la premisa de que todos los problemas, aún los no económicos como lo social y psicoculturales, sólo pueden solucionarse con medidas económicas, lo que genera situaciones políticas conflictivas.

 Además, hace décadas que no tenemos en el Congreso una “oposición política” organizada, ensamblada, que actúe como contrapeso ante los gobiernos de turno y evite los excesos del poder;  lo que hay es una “mixtura” de grupos políticos con diferentes tintes ideológicos, cada cual oponiéndose a todo lo que puedan, para mantener o negociar cuotas de poder; tal es así, que muchas veces lo “importante” se subordina a lo “urgente” de acuerdo a las necesidades partidarias que cada grupo tiene. Lo que demuestra que la denominada “representatividad popular” del cual están investidos nuestros congresistas, solamente es una figura electoral.

Actualmente, es difícil confiar en nuestros gobernantes, en nuestras instituciones públicas, en nuestros candidatos, para que nos den respuestas correctas a nuestras inquietudes, y a los cambios que exigen las vicisitudes  del tercer milenio. Pero lo más grave es, que la sensación de que la política es un engaño y de que no hay forma de limpiarla de prácticas indebidas, se propague en nuestra población, y  profundicen los conflictos sociales.

Jorge Abelardo Ramos uno de los políticos Argentinos más influyentes del siglo XX, decía: “América Latina necesita unirse para no degradarse. No es el progreso del capitalismo, lo que exige la unidad de nuestros Estados, sino la crisis profunda y el agotamiento de la condición semi-colonial que padecemos”.
Creo que es el momento de realizar una autocritica severa, una revisión total de nuestra actuación como Estado, como gobierno y como sociedad organizada, un examen de conciencia pública, para consolidar nuestros aciertos y desnudar nuestros  errores, para decidir con madurez política ¿a dónde queremos ir?, y reorientar nuestros esfuerzos hacia el camino elegido.

Sólo analizando la historia social de nuestro pueblo, podremos comprender el presente y vislumbrar con esperanzas el futuro.
(*) Crnel (r) PNP. 

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