miércoles, 16 de abril de 2014

EL ESPEJO Y LA VENTANA DE LA REALIDAD NACIONAL

Por: Julio Garazatúa Vela.(*)

El periodista  Augusto Álvarez Rodrich dijo en su columna de opinión del diario “La República” del 18 de Febrero del año en curso, que el drama venezolano empezó como una protesta estudiantil contra el gobierno por la inseguridad creciente que afrontaba ese país, y terminó convirtiéndose en una manifestación desbordada, con la mayoría de los sectores y partidos involucrados, lo cual debilito el régimen de Nicolás Maduro. Las consecuencias son las que todos conocemos, continúan las protestas y los muertos aumentan cada día; y al parecer no hay solución posible a la fecha, a pesar que la mayoría de los Estados exhortan al gobierno de Venezuela, a cesar los enfrentamientos, a detener la muerte de inocentes, y a retomar el dialogo en aras de la democracia y de la defensa de los derechos humanos.

Esta crisis política que actualmente envuelve al pueblo venezolano, nos debe hacer reflexionar sobre las causas que han propiciado estos graves hechos, para corregir nuestras vulnerabilidades y desaciertos políticos y no tropezar con aquello que ahora cuestionamos.

El Perú se ha consolidado en el plano económico, y la estabilidad monetaria ha sosegado los crónicos vaivenes del pasado, sin embargo estos logros económicos aún no llegan en forma tangible a la mayoría de la población; este desacierto,  y otros de índole político-social pasan fundamentalmente: por la necesidad de enfrentar seriamente la traumática sucesión de hechos criminales a nivel nacional, que tiende a convertir determinadas regiones del país incluyendo la capital, en una suerte de “zonas liberadas” por obra de la delincuencia; por los enfrentamientos públicos entre los poderes ejecutivo y legislativo por razones personales y partidarias, que deteriora cada vez mas la credibilidad de estas instituciones;  por la necesidad de deslindar el excesivo protagonismo de la primera dama en las decisiones de gobierno; por los continuos  “psicosociales” que se utilizan para mimetizar  asuntos políticos y judiciales incómodos y desviar la atención pública hacia temas banales, con la complicidad de los medios de comunicación;por solucionar de una vez por todas los casos mediáticos del mercado central denominado “la parada” y de la minería informal, que hasta ahora se manejan con medidas coyunturales; por los rumores de “golpes de Estado” y “cierre del congreso”; entre otros hechos lamentables, que lo único que refleja es : parálisis funcional del gobierno central y de los gobiernos regionales y locales, así como de las instituciones públicas y privadas del país, para atender en forma acertada y oportuna estos problemas; falta de liderazgo del ejecutivo para la conducción política del Estado; y el comportamiento frívolo del oficialismo y de la oposición ante esta problemática. Hechos que de incrementarse, pueden poner en riesgo la estabilidad del sistema democrático que con tanta vehemencia decimos defender.

Es fácil caer en la tentación del populismo o  la demagogia, explotando el sentimiento nacional, o las engañosas estadísticas de la disminución de la pobreza; pero es demostración de madurez política la decisión de reorientar las estrategias para aquietar el controvertido tema político- social, caracterizado más por interrogantes que por certezas, y la comprensible preocupación  ciudadana respecto a donde realmente nos estamos dirigiendo. 
Esta preocupación nos obliga a  preguntamos: ¿sabe el gobierno lo  que debe hacer para solucionar esta difícil situación en la que estamos entrampados?  ¿Puede distinguir entre urgencias y prioridades? ¿Conoce la diferencia entre administrar una crisis y dirigir al estado?  El señor presidente de la república, no debe olvidar el mandato que el pueblo le ha confiado para conducir al país a un proceso de cambio sustentado en: crecimiento económico, desarrollo nacional, inclusión social, seguridad ciudadana, etc.; entonces es indispensable desterrar el doble mensaje, entre lo que se dice y lo que se hace; es prioritario hablar el mismo idioma, porque la uniformidad en el lenguaje permite entendernos mejor e integrar intereses comunes, que muchas veces en la práctica se presentan contradictorios porque no alcanzamos a diferenciar las apariencias de la realidad; y debemos actuar con planes consolidados y no con planes ortodoxos, precisos en los papeles pero difusos e impracticables en la realidad.